martes, 14 de enero de 2020

“Tus pecados te son perdonados”


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“Tus pecados te son perdonados” (Mc 2,1-12). Llevan a Jesús a un paralítico y a causa de la multitud, deben sacar las tejas del techo para poder colocarlo delante de Jesús. Una vez que se encuentra delante de Jesús, Él le dice: “Tus pecados te son perdonados”. Una primera cosa que podemos notar es que el paralítico no es llevado para pedir la curación de su parálisis, de su enfermedad corporal. El paralítico sabe que Jesús es Dios –sólo Dios puede perdonar los pecados, como dirán luego los fariseos, murmurando- y que puede curarle su parálisis, pero lo que el paralítico quiere de Jesús es que, en cuanto Dios, le perdone sus pecados. Es decir, el paralítico acude a Jesús no para que le devuelva la facultad de caminar, sino para que le perdone sus pecados y eso es lo que Jesús hace. Pero además, en premio a su fe y para responder a los difamadores que decían que sólo Dios podía perdonar los pecados –para ellos Jesús no era Dios y no podía perdonar los pecados-, le dice al paralítico que tome su camilla y salga caminando, cosa que el paralítico hace, al quedar completamente curado de su parálisis. Es decir, el paralítico recibió dos milagros de parte de Jesús: recibió el perdón de los pecados y además, en forma secundaria, recibió la curación de su parálisis. Para quien lleva una vida espiritual santa y formada, sabe que el perdón de los pecados es un milagro de la misericordia de Dios infinitamente más grande que la curación de una enfermedad corporal, porque de nada sirve una curación corporal, si el alma está manchada con pecados.
“Tus pecados te son perdonados”. Cada vez que nos acerquemos al sacramento de la Confesión, nos recordemos de la fe del paralítico en Cristo Dios y cómo quería de Él el perdón de los pecados y no la curación de su enfermedad física.

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