“Ayunarán
cuando les sea quitado el Esposo” (Mt 9, 14-15). Los discípulos de Juan,
que acostumbran a hacer ayuno religioso al igual que los fariseos, se asombran
por el hecho de que los discípulos de Jesús no hagan ayuno y es eso lo que
motiva su pregunta: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los
fariseos sí ayunamos?”. El ayuno -sobre todo a pan y agua- ha sido siempre
considerado como una forma de oración que agrada a Dios, siempre y cuando vaya
acompañado del ayuno de obras malas y también lo era en la época de Jesús, por
eso es que se asombran de que quienes siguen a Jesús no hagan ayuno. Jesús les
responde de manera enigmática: “Jesús les respondió: “¿Cómo pueden llevar luto
los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que
les quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán”.
Para
entender la respuesta de Jesús -sus discípulos ayunarán cuando les sea quitado
el Esposo-, hay que comprender que el “esposo” al cual Él hace referencia, es
Él mismo en Persona. En efecto, uno de los nombres de Jesús es el de “Esposo de
la Iglesia Esposa”. En esos momentos, mientras se desarrolla el diálogo, Jesús
todavía no ha sufrido la Pasión y no ha muerto en cruz; esto es lo que significa
que “el esposo está con sus amigos”, es decir, Jesús está todavía en la tierra
y todavía no se ha cumplido su misterio salvífico de muerte y resurrección y
por eso sus discípulos no ayunan. Por el contrario, cuando Él muera en la cruz
y sea quitado de este mundo por su muerte en el Calvario, entonces sí sus discípulos
ayunarán: “Vendrán días en que les quitarán al esposo y entonces sí ayunarán”.
Nosotros
sabemos que Cristo ya murió y resucitó y está sentado a la derecha del Padre,
así como está Presente, glorioso y resucitado, en la Eucaristía y por esta
alegría de su Resurrección, podríamos decir que no tenemos que ayunar, pero lo
que debemos tener en cuenta es que somos miembros del Cuerpo Místico de Jesús y
por lo tanto, nosotros aún debemos completar la Pasión de Nuestro Señor, en el
sentido de que debemos traspasar los umbrales de la muerte terrena, unidos a Él
por la gracia, para acceder a la vida eterna. Por esta razón, mientras estemos
aquí en la tierra, debemos ayunar y es así como lo manda el Catecismo de la
Iglesia: en su número 1249, dice así: “Todos los fieles, cada uno a su modo,
están obligados por ley divina a hacer penitencia, sin embargo, para que todos
se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días
penitenciales en los que se dediquen los fieles de manera especial a la
oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo
con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno
y la abstinencia”. Entonces, al estar el ayuno establecido en el Catecismo, es
obligación de todo católico obedecer las leyes de la Iglesia, las cuales
establecen que todos los viernes se debe guardar abstinencia de carne, mientras
que el Miércoles de Cenizas y el Viernes Santo se guardarán ayuno y abstinencia
(CIC 1251).
Muchos
argumentan que “mejor que ayunar es ayudar al prójimo”: la respuesta es que
esto debe hacerse todos los días, incluido el viernes, día de ayuno; también la
respuesta a este argumento es que, al ser miembro de la Iglesia, se deben
obedecer sus reglas, que establecen el ayuno y la abstinencia.
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