viernes, 26 de febrero de 2021

“Un propietario plantó un viñedo”


 

“Un propietario plantó un viñedo” (Mt 21, 33-43. 45-46). Con la parábola de los viñadores homicidas, Jesús revela y profetiza su misterio pascual de Muerte y Resurrección. En efecto, lo que se debe hacer para interpretarla dentro del misterio de salvación, es reemplazar los elementos naturales por los sobrenaturales. Así, el propietario de la viña, que planta un viñedo, la alquila a unos viñadores y luego se va, es Dios Padre, quien crea el mundo, elige para sí un Pueblo, el Pueblo Elegido y luego se va, metafóricamente, en el sentido de que establece un período de tiempo hasta que llegue la plenitud de los tiempos, con la Encarnación del Verbo; los criados que el dueño envía, cada vez en mayor número y que son apedreados y hasta asesinados por los viñadores, son los santos, profetas y justos del Antiguo Testamento que, en diversos tiempos de la historia, anunciaron la Primera Venida del Mesías, pero no fueron escuchados; el hijo del propietario, a quien éste envía pensando que por ser su hijo le harán caso y le devolverán la viña, es la Segunda Persona de la Trinidad en su Encarnación: es el Verbo de Dios Encarnado; es la Persona de Dios Hijo, encarnada en la naturaleza humana de Jesús de Nazareth; los viñadores, usurpadores y asesinos, son los escribas y fariseos y la parte del Pueblo Elegido que rechaza, primero a Dios y sus profetas y luego al Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth; la muerte del hijo del propietario a mano de los viñadores homicidas es la Muerte en Cruz del Hijo de Dios, Jesús de Nazareth, a manos de los romanos y por instigación de los judíos; la viña que es plantada por el propietario es la Sinagoga primero y la Iglesia Católica después; por último, la muerte de los viñadores y el arrendamiento de la viña a otros viñadores que sí darán fruto, es el castigo sufrido por el Pueblo Elegido, que se quedó sin sacrifico desde Jesucristo, por un lado y por otro, es el surgimiento de la Iglesia Católica que da el Fruto de la Redención al ofrecer el Santo Sacrificio del altar, la renovación sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz en el Calvario.

Nosotros, los bautizados en la Iglesia Católica, somos el Nuevo Pueblo Elegido, los Nuevos Arrendatarios, que deben dar frutos de misericordia, de justicia, de amor a Dios y al prójimo. De lo contrario, si no damos frutos de santidad, correremos la misma suerte que los viñadores homicidas.

 

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