sábado, 20 de febrero de 2021

“Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los cielos”

 


“Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos” (Mt 5, 20-26). Jesús es muy claro en su advertencia a sus discípulos: ellos deben ser más “justos”, es decir, más estrictos, en el cumplimiento de la Ley de Dios, que lo que son los escribas y fariseos; de lo contrario, “no entrarán en el Reino de los cielos”. La razón del cumplimiento estricto de la Ley divina es que, a partir de Jesús, que dona al alma la gracia santificante, el alma, por la gracia, participa de la vida divina y a su vez, la Santísima Trinidad inhabita en el alma que está en gracia. Esto quiere decir que, estar en gracia, es el equivalente, aquí en la tierra, a estar en la Presencia beatífica de la Santísima Trinidad: la diferencia, obviamente, es que no contemplamos a la Trinidad con nuestros ojos ni nos damos cuenta de su Presencia cuando estamos en gracia, como sí sucede con los bienaventurados que están en la gloria del Cielo, pero a los efectos, es lo mismo que estar en el Cielo: el alma está ante la Presencia de la Santísima Trinidad. En otras palabras, estar en gracia es el equivalente al estar en la gloria en el Reino de Dios. Es esto lo que justifica la advertencia de Jesús, acerca de lo estrictos que deben ser los cristianos en la observancia de la Ley Divina: porque si están en gracia, están ante la Presencia de Dios Uno y Trino. Por esta razón, un mínimo pecado venial, o incluso una imperfección, no pasan desapercibidas para la Trinidad, porque esta mora en el alma del justo. Antes de Cristo, cuando no existía este estado de gracia y la inhabitación trinitaria, bastaba con un cumplimiento exterior y extremo de la Ley –por ejemplo, “no matarás”-; ahora, después de Cristo, la observancia es mucho más estricta en razón de la inhabitación trinitaria en el alma del justo. Por eso, ya no basta con “no matar”, sino que incluso quien “desprecie”, aunque sea interiormente, con su pensamiento, a su prójimo, “será llevado ante el tribunal supremo”, es decir, es juzgado por la Trinidad que lo está observando desde lo más profundo de su alma.

“Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos”. No solo cada acto, sino cada pensamiento producido, es realizado ante la Presencia de la Trinidad cuando estamos en gracia. Por eso mismo, pidamos la gracia de que nuestros pensamientos sean santos y puros como los de Jesús coronado de espinas.

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