(Domingo V - TO - Ciclo B 2021)
“Curaba
a la gente y expulsaba demonios (…) predicaba y expulsaba demonios” (cfr. Mc 1,
29-39). De entre todas las actividades de Jesús relatadas por el Evangelio, hay
una que se repite con frecuencia y es la de “expulsar demonios”. Esto tiene
varios significados: por un lado, forma parte de nuestra fe católica creer en
la existencia del demonio y en su accionar en medio de los hombres; por otra
parte, revela que Jesús es Dios encarnado, porque sólo Dios tiene el poder
necesario para expulsar, con el solo poder de su voz, al demonio de un cuerpo
al que ha poseído; por otra parte, revela que, aunque Jesús haya realizado
exorcismos y expulsado demonios, la presencia y actividad de los demonios no ha
cesado ni disminuido, sino que, por el contrario, se ha ido intensificando cada
vez más y lo irá haciendo cada vez más intensa a medida que la humanidad se
acerque al reinado del Anticristo, el cual precederá al Día del Juicio Final.
Entonces, lejos de disminuir y mucho menos de cesar la actividad demoníaca, ésta
irá en aumento con el correr del tiempo, intensificándose cada vez más hasta
lograr su objetivo, que es la instauración del reino de Satanás en medio de los
hombres. La actividad demoníaca está encaminada a lograr dos objetivos: el
provocar la condena eterna en el Infierno de la mayor cantidad posible de almas
y el instaurar, en la tierra, el reino de las tinieblas, en contraposición al
Reino de Dios.
Probablemente
hoy no se vean posesos por la calle, como sucedía en el Evangelio, pero esto no
quiere decir que la actividad demoníaca esté ausente o en disminución: todo lo
contrario, podemos decir que en nuestros días, la actividad del demonio es tal
vez la más intensa de toda la historia de la humanidad y esto se puede
comprobar por la inmensa cantidad de males de todo tipo que se han abatido
sobre la humanidad, males que son ante todo de tipo morales y espirituales,
además de males físicos como la actual pandemia. Algunos de los males que
podemos enumerar y que certifican la intensa actividad demoníaca son: el
avance, prácticamente sin freno, de la cultura de la muerte, que promueve el
aborto como derecho humano, algo que ha alcanzado ya niveles planetarios; la
legislación de la eutanasia, de modo de terminar con la vida del paciente
terminal; la proclamación de los pecados contra la naturaleza como “derechos
humanos”, a través de la Organización de las Naciones Unidas, por medio de la
difusión de la ideología de género y de otras ideologías que atentan contra la
naturaleza humana y que están en abierta contradicción con los Mandamientos de
Dios y los Preceptos de la Iglesia; la difusión, a través de los medios masivos
de comunicación, de una mentalidad atea, materialista, agnóstica, relativista,
consumista, hedonista, que busca instaurar la falsa idea de que esta tierra
debe convertirse en un paraíso terrenal, con el goce y disfrute de las
pasiones, el único paraíso para el hombre; el ocultamiento o silenciamiento de
ideologías “intrínsecamente perversas”, como la ideología comunista, que es
esencialmente atea y anti-cristiana y que con sus genocidios demuestra su
origen satánico y su colaboración directa con el reinado del Anticristo (dicho
sea de paso, la actual pandemia se atribuye a un virus de diseño de
laboratorio, proveniente de un laboratorio perteneciente al Partido Comunista
Chino, con lo que la actual pandemia se debe sumar a la larga lista de crímenes
contra la humanidad cometidos por el comunismo a lo largo de la historia); la
difusión masiva de las herejías, blasfemias, sacrilegios y errores de todo tipo
de la secta planetaria Nueva Era, secta ocultista y luciferina, considerada
como la religión del Anticristo, puesto que propicia todo lo que es contrario a
Cristo. Todos estos elementos, junto a muchos otros más, nos muestran que la
actividad demoníaca es la más intensa, en nuestros días, que en toda la
historia de la humanidad, lo cual hace suponer que está cercano el reinado del
Anticristo, junto al Falso Profeta y a la Bestia, nombrados y descriptos en el
Apocalipsis.
“Curaba
a la gente y expulsaba demonios (…) predicaba y expulsaba demonios”. No se
trata de atribuir todo lo malo que sucede al demonio, puesto que el hombre,
contaminado por el pecado original, obra el mal, la mayoría de las veces, sin
necesidad de la intervención del demonio. Sin embargo, es necesario discernir el
“signo de los tiempos”, como nos dice Jesús y lo que comprobamos es esto: que
la actividad demoníaca es tan intensa en nuestros días, que pareciera que está
pronto a instaurarse el reinado del Anticristo. Ahora bien, si esto es cierto,
es cierto también que nada debemos temer si estamos con Cristo, si vivimos en
gracia, si recibimos los Sacramentos, si nos aferramos a la Cruz y si nos cubre
el manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción. Es la Iglesia la que
continúa la tarea del Hombre-Dios de “deshacer las obras del diablo” y, por
otro lado, es una promesa del mismo Jesús, que nunca falla, de que “las puertas
del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia”. Por eso, aunque las tinieblas
parezcan invadirlo todo, debemos acudir a la Fuente de la Luz Increada y
divina, Jesús Eucaristía y, postrándonos en adoración ante su Presencia
sacramental, implorar su asistencia en estos tiempos de tinieblas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario