“El
que no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 25-33). La condición
indispensable para ser discípulo de Jesús es, tal como Él mismo lo dice, “cargar
la Cruz”. Solo por medio de la Cruz, llevada al hombro todos los días, es posible seguir
a Jesús, es decir, es posible ser su discípulo. Sin la Cruz, es imposible ser
su discípulo; sin la Cruz, es imposible seguir a Cristo porque Él va, camino
del Calvario, cargando la Cruz, y quien lo quiera seguir, solo lo puede hacer
cargando a su vez su propia Cruz. La Cruz de Cristo y Cristo en la Cruz es el
único camino que conduce al cielo, de ahí la necesidad imperiosa de “cargarla”
todos los días y seguir a Jesús, si es que alguien quiere ser su discípulo. Un discípulo
de Jesús sin Cruz, es algo que no se entiende, es algo contradictorio y sin
sentido. ¿Por qué es tan necesaria la Cruz? Porque por la Cruz muere el hombre
viejo, es decir, el hombre dominado por las pasiones, el hombre que solo busca
satisfacer su egoísmo, el hombre que quiere vivir sin Dios y para siempre en
esta tierra. La Cruz, al dar muerte al hombre viejo, permite el nacimiento del
Hombre Nuevo, el hombre re-generado por la gracia santificante que brota del Sagrado
Corazón de Jesús, traspasado por la lanza.
Pero,
¿qué más quiere decir “Cargar la Cruz”?
“Cargar
la Cruz” quiere decir negarse a uno mismo en las propias pasiones desordenadas;
quiere decir negarse en la impaciencia, en el enojo, en la ira, en la pereza,
en el deseo desordenado de la satisfacción de las pasiones; quiere decir
contrariarse a uno mismo en las pasiones, para que muera el hombre viejo, que
es el que atiza estas pasiones, para que nazca el hombre nuevo, el hijo de
Dios, por la gracia santificante.
“Cargar
la Cruz” quiere decir, también, no solo no odiar al enemigo, sino amarlo y no
de una manera cualquiera, sino como Cristo nos enseñó, hasta la muerte de Cruz,
y con el mismo Amor con el cual Cristo nos amó primero desde la Cruz.
“Cargar
la Cruz” quiere decir que se deja de ver esta vida terrena como algo
definitivo, para empezar a verla como lo que es, “una mala noche en una mala
posada”, como decía Santa Teresa de Ávila; es elevar la mirada a Cristo
crucificado y resucitado que a través de su Sagrado Corazón traspasado, nos
abre las puertas del cielo y esto quiere decir vivir en esta vida pero
esperando que pase pronto, para poder acceder al Reino de los cielos, la Vida
eterna que Cristo nos consiguió al precio de su Sangre en la Cruz.
“Cargar
la Cruz” quiere decir estar en el mundo pero sin ser de él, puesto que el
discípulo de Cristo vive con el pensamiento y el deseo puesto no en las cosas
del mundo, sino en la Casa del Padre, el Reino de los cielos, al cual esperamos
llegar por la infinita Misericordia Divina.
“Cargar
la Cruz” quiere decir anhelar el Alimento celestial, el Pan de ángeles, la
Carne del Cordero, la Eucaristía, en el Banquete que el Padre prepara para sus
hijos pródigos, la Santa Misa, como anticipo del Banquete eterno de los cielos.
Quien
no carga la Cruz, no puede seguir a Jesús, no puede morir al hombre viejo, y no
puede entrar en el Reino de los cielos. Estas son las razones por las que, quien
no carga su Cruz de todos los días y sigue a Jesús camino del Calvario, no
puede ser discípulo de Jesús.
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