“Muchos
dirán: ‘Soy yo’. No los sigan” (Lc
21, 5-11). Una de las señales que precederán a la Segunda Venida de Jesucristo,
serán los falsos mesías, aquellos que se presentarán auto-proclamándose como
falsos cristos. Estos falsos mesías existieron ya desde los primeros tiempos
del cristianismo, pero es en nuestros tiempos, en la actualidad, en donde han
proliferado como nunca antes en la historia de la Iglesia.
Muchos
de estos falsos mesías -sino todos- son fundadores de sectas y por lo general se trata de sectas que profesan un misticismo oriental, aunque también existen numerosos fundadores de sectas originadas en Occidente. Algunos ejemplos de fundadores de sectas de religiosidad oriental que se auto-proclaman el Mesías: Sai
Baba -se consideraba a sí mismo como la "encarnación de la divinidad en la tierra"-, Sri Sri Ravi Shankar -quien también se considera encarnación de la divinidad, porque "Sri" significa "Señor"-, Sung Myung Moon -se consideraba a sí mismo como el mesías-, Osho… A su vez, algunos de los falsos mesías
occidentales son, por ejemplo: Jim Jones –llevó a la muerte a casi mil
personas-, David Koresh -también autoproclamado mesías, murió junto a setenta y cinco seguidores en un confuso episodio en Waco, Texas-, Charles Manson, Marshall Applewhite –fundador de la secta “Puerta
del cielo”, por medio de la cual se suicidaron casi cuarenta personas, creyendo
que con el suicidio alcanzarían al cometa Halley y pasarían a un nivel de
humanidad superior-, Ron Hubbard, fundador de la secta Cienciología, y así
muchísimos otros más.
Todos los fundadores de sectas, tanto orientales como occidentales, se presentan diciendo: “Soy yo, el Mesías”, con lo cual se cumple la profecía de Jesús de que "antes del fin" muchos se atribuirían falsamente para sí mismos el título de "mesías". Es para estos falsos cristos la advertencia de Jesús de que no debemos seguirlos.
Todos los fundadores de sectas, tanto orientales como occidentales, se presentan diciendo: “Soy yo, el Mesías”, con lo cual se cumple la profecía de Jesús de que "antes del fin" muchos se atribuirían falsamente para sí mismos el título de "mesías". Es para estos falsos cristos la advertencia de Jesús de que no debemos seguirlos.
Ahora bien, estos
mesías falsos son sumamente fáciles de ser reconocidos, cuando se les aplica la regla evangélica
de Nuestro Señor Jesucristo: “Por sus frutos los conoceréis”. Los frutos de
estos sectarios auto-proclamados como mesías, son la destrucción de las
personas y la muerte.
Pero la advertencia de Jesús va dirigida sobre todo a un pseudo-mesías, que habrá de aparecer y manifestarse no como un fundador de secta de estilo oriental u occidental, sino como un Anticristo surgido en el seno mismo de la Iglesia, hecho que "sacudirá la fe" de muchos bautizados. Así lo dice el Catecismo
de la Iglesia Católica en su número 675: "Antes del advenimiento de Cristo, la
Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos
creyentes". Los falsos mesías no constituyen esta prueba, evidentemente, debido
a que estos se presentan con doctrinas falsas, absolutamente contrarias a la
Verdad revelada de Jesucristo y custodiada y explicitada por el Magisterio de
la Iglesia Católica.
El que "sacudirá la fe" será en cambio este falso mesías que logrará engañar a muchos dentro de la misma
Iglesia porque no será reconocido en lo inmediato, puesto que su engaño será
mucho más sutil e insidioso y muy difícil de detectar y reconocer; será un anti-cristo que, presentándose como Cristo,
reemplazará la adoración del Dios verdadero por la adoración del hombre; creará
una Iglesia “humanista” en donde toda la perversión de la anti-natura estará
justificada, partiendo de la falsa premisa de que Dios es misericordioso y que
por lo mismo, no castiga a nadie. Esta falsa Iglesia humanista, la del
Anticristo –llevará el nombre de “Católica” pero no será católica- justificará
las peores aberraciones y pecados al prometer un paraíso terrenal y al negar la
existencia del Infierno.
En esta Iglesia, el hombre adaptará los Mandamientos, la Doctrina, los Dogmas y los Sacramentos a su propia humanidad, con lo cual se glorificará a sí mismo, desplazando a Dios Trino y dejándole de dar la adoración debida a Él y al Hijo de Dios encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Es esto lo que da a entender el citado párrafo del Catecismo: “La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”. El falso mesías, proclamándose el Cristo, dará una "solución aparente" a los problemas del hombre, al precio de la "apostasía de la verdad": todo estará permitido en nombre de la humanidad y de un Dios misericordioso que no castiga a nadie.
En esta Iglesia, el hombre adaptará los Mandamientos, la Doctrina, los Dogmas y los Sacramentos a su propia humanidad, con lo cual se glorificará a sí mismo, desplazando a Dios Trino y dejándole de dar la adoración debida a Él y al Hijo de Dios encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Es esto lo que da a entender el citado párrafo del Catecismo: “La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”. El falso mesías, proclamándose el Cristo, dará una "solución aparente" a los problemas del hombre, al precio de la "apostasía de la verdad": todo estará permitido en nombre de la humanidad y de un Dios misericordioso que no castiga a nadie.
“Muchos
dirán: ‘Soy yo’. No los sigan” (Lc
21, 5-11). No sabemos cuándo sucederá esto, la manifestación del Anticristo y la sucesiva "prueba final en la fe" que "sacudirá la fe de los creyentes", pero no es importante saber el “cuándo”,
sino saber el “cómo” nos mantendremos fieles al Verdadero y Único Cristo:
oración, estado de gracia, comunión frecuente, fidelidad al Santo Padre y al
Magisterio de la Iglesia Católica, y la petición insistente y confiada a la Virgen de la gracia de la perseverancia final
en la fe y en las buenas obras. Si esto hacemos, estaremos asistidos por el
Espíritu Santo, que nos hará exclamar, desde lo más profundo del corazón: “Ven,
Señor Jesús” (Ap 22, 20.
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