viernes, 26 de diciembre de 2014

La Sagrada Familia de Jesús, María y José


         El Nacimiento del Niño Dios convierte, al matrimonio meramente legal de María y José, en familia, la “Sagrada Familia de Nazareth”. La Iglesia propone, para su contemplación e imitación, a esta Sagrada Familia, y la propone como modelo para toda familia cristiana. ¿Cuál es la razón por la que esta Sagrada Familia es modelo? Porque en esta familia, todo es santo y todo es santo, porque todo gira en torno a Jesucristo, todo está centrado en Jesucristo y al estar todo centrado en Jesucristo, todo es santo, porque es Él quien todo lo santifica: la madre de esta familia es santa, porque la Virgen ha sido concebida en gracia e inmaculada, en virtud de los méritos de la Pasión de su Hijo y por es Virgen Santísima, y es Madre al mismo tiempo, pero como es Madre de Dios –en la concepción del Niño Dios no hubo intervención de varón, pues Jesús es el Hijo de Dios, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nacido de María, Madre y Virgen-, es Madre Santísima, porque la Madre de Dios no puede tener ni la más mínima impureza de la malicia del pecado; San José, el Padre adoptivo del Niño y esposo meramente legal de la Virgen, es el varón casto, puro y santo, porque él también está inhabitado por el Espíritu Santo, para cumplir esta doble función que le ha sido encargada por la Trinidad: la de ser esposo meramente legal de la Virgen y la de ser el padre humano y adoptivo del Hijo Eterno del Padre; San José es el padre humano que habrá de cuidar y enseñar a su Hijo, que es Dios, como hace todo padre humano con sus hijos, y así reemplaza a Dios en su función de padre en la tierra; por último, el Hijo de esta familia, Jesús, también es santo, es Dios Hijo, tres veces santo y fuente de toda santidad.
         Entonces, todo en esta familia está centrado en Jesucristo, que es Dios Hijo encarnado; todo tiende a Él y de Él brota toda paz, toda gracia, toda alegría y todo amor, por eso la Sagrada Familia es modelo de amor a Jesucristo para toda familia cristiana y así es el modelo de cómo deben ser los padres y los hijos cristianos. Si los padres quieren aprender cómo tratar a sus hijos según la Ley del Amor de Dios, solo tienen que contemplar a la Sagrada Familia; si los hijos quieren aprender cómo amar a los padres en la Ley del Amor de Dios, todo lo que tienen que hacer, es contemplar al Hijo de esta familia, Jesús, para imitarlo.
En esta familia, todo lo que es humano está santificado por la gracia, y lo divino, lo que viene del cielo, que es el Hijo de esta familia, Jesús, está unido indisolublemente a lo humano y santifica todo lo humano, de manera tal que las pequeñas cosas de todos los días y las relaciones y el trato entre los integrantes de esta Familia Santa, están permeadas y respiran santidad y amor de Dios. Así, la Sagrada Familia es modelo para todas las familias que quieran vivir en la paz, en la alegría, en el amor y en la santidad de Dios.
         Todos y cada uno de los integrantes de esta Sagrada Familia, son modelos insuperables de santidad: la madre de esta familia, la Virgen, es Madre de Dios, y es modelo de maternidad para toda madre, porque la Virgen amó y acompañó a su hijo desde la Encarnación, hasta su muerte en cruz, así como fue también la primera en contemplar a su Hijo resucitado.
         San José es modelo de esposo casto y de padre de familia: de esposo casto, porque su matrimonio con la Virgen fue meramente legal, y de padre de familia, porque hasta su muerte, que ocurrió antes que Jesús saliera a predicar, fue esposo y padre ejemplar, cuidando de la Sagrada Familia con toda dedicación y con todo el amor de su casto y santo corazón. José es así modelo para todo padre cristiano, pero es también modelo para todo cristiano en su relación con Jesús, en su trato cotidiano con el Verbo de Dios encarnado, en un doble aspecto: la cotidianeidad en el trato con Jesús y la contemplación del misterio de saber que ese Jesús al que trata todos los días como a su hijo, como hace cualquier padre con su hijo, es Dios encarnado, que se hace hombre sin dejar de ser Dios.
José es modelo entonces para todo cristiano en su relación con Jesús, porque si bien José educa y cuida a su Hijo con el amor de padre, no puede, al mismo tiempo, dejar de considerar y de asombrarse por el misterio insondable que significa que ese Niño, ese Joven, al que él educa como a su Hijo, es Dios Hijo y se ha encarnado y vive en el tiempo y en el espacio; es decir, José, aún viviendo la rutina de todos los días en el trato con su Hijo, no deja de contemplar el misterio sagrado que se encierra en este Niño, en este Joven, que es su Hijo, pero que es a la vez su Creador, su Dios y su Padre. Así, José es modelo para la relación del cristiano con la Eucaristía: la cotidianeidad no debe ocultar ni opacar el misterio insondable que significa que la Eucaristía es Dios Hijo encarnado, glorioso y resucitado, que se dona con todo su Ser trinitario y con todo el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico. Al igual que San José, el cristiano no puede nunca “acostumbrarse” rutinariamente a su trato y no puede, tampoco, dejar de asombrarse y maravillarse por el Don Eucarístico, que es el “Emmanuel”, “Dios con nosotros”, bajo las apariencias de pan.
         A su vez, Jesús, el Niño Dios, es modelo y ejemplo insuperable para todo niño y para todo joven en la relación para con sus padres, relación que debe estar basada en el amor filial y que se encuentra establecida en el Cuarto Mandamiento: “Honrarás padre y madre”, porque la honra se basa en el amor. El amor de Jesús hacia sus padres terrenos, la Virgen y San José, se demuestra y se vive en las relaciones de todos los días: en el trato cariñoso  y en la obediencia filial basada en al amor –por ejemplo a la Virgen la acompañaba al mercado, a comprar los alimentos con los cuales habrían de preparar la comida de todos los días, y esto lo hacía con amor-, en la colaboración alegre y esforzada en las tareas hogareñas -y también en el trabajo, puesto que ayudaba a San José en el taller de carpintería, y esto, desde muy pequeño-, en el don del cariño, de la sonrisa, de la amabilidad y de la ternura hacia sus padres.
Además, Jesús, el hijo de esta familia, es modelo ideal de hijo, porque no solo nunca ni siquiera tuvo ni el más pequeñísimo gesto de impaciencia para con sus padres, sino que, llevado por el amor a ellos, ofrendó su vida en la cruz por sus padres, por la Virgen y por San José, su padre adoptivo. Por ese motivo, es modelo ideal de hijo para todo hijo que desee amar a sus padres con el Amor mismo de Jesús.
La Sagrada Familia ofrece a su Hijo, para el sacrificio de la cruz y como Pan de Vida eterna, y así es ejemplo para toda familia cristiana que, por un deber de justicia, debe consagrar sus hijos a Dios, para que cumplan la Voluntad de Dios en sus vidas –sea en el matrimonio, sea en la vida consagrada-, así como lo hizo la Sagrada Familia de Nazareth, que consagrando su Hijo a Dios, al nacer, en la ceremonia de la Presentación del Niño, donó a su Hijo, primero en la cruz y luego  y luego en la Santa Misa, para la salvación del mundo.
Así como en la Familia Santa de Nazareth todo es santo, así también en la familia católica, todos sus integrantes deben ser santos, y esta santidad inicia con la gracia santificante que se otorga en los sacramentos –en este caso, el Bautismo, el Sacramento de la Penitencia y la Eucaristía- y esta santidad, la obtiene la familia católica viviendo en gracia santificante, recurriendo al sacramento de la confesión y obrando la misericordia según sus posibilidades como núcleo familiar.
La Iglesia propone entones la contemplación de la Sagrada Familia de Nazareth, para su imitación y ejemplo para que la familia cristiana no solo no tenga como meta objetivos mundanos, propios de quienes no conocen a Jesucristo, sino para que alcance la meta final, para la cual Dios la ha puesto en esta vida: entrar en comunión de vida y amor con la Familia Divina, las Tres Personas de la Santísima Trinidad, en los cielos.

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