martes, 30 de diciembre de 2014

Octava de Navidad 5 2014 La Madre del Niño del Pesebre



         La Madre del Niño del Pesebre no es una madre más entre tantas: es la Madre de Dios, porque su Niño es Dios Hijo encarnado; en su concepción virginal, no hubo intervención alguna de varón, sino que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. La Madre del Niño del Pesebre es, por eso mismo, al mismo tiempo, Virgen y Madre, porque sin perder su virginidad, concibió y dio a luz, milagrosamente, al Niño Dios, Dios Hijo encarnado. La Madre es Aquella Mujer del Génesis, Enemiga de la Serpiente Antigua, cuya descendencia habría de aplastarle su orgullosa cabeza; la Madre del Niño del Pesebre es la Mujer de los Dolores que, al pie de la cruz, a la par que consuela a Dios Hijo, que agoniza y muere en medio de los terribles dolores de la crucifixión, para salvar a los hombres, al mismo tiempo, se convierte, por mandato divino, en Madre adoptiva y espiritual de toda la humanidad, adoptando en el Apóstol Juan a todos los hombres, por pedido postrero del Corazón de Jesús, que quiere ver salvados a todos los hombres descarriados, y para eso les da a su Madre como a Madre adoptiva; la Madre del Niño de Belén es la Mujer revestida de sol del Apocalipsis, y está revestida de sol porque está inhabitada por el Sol de justicia, Jesucristo, que por ser Dios, es la Gracia Increada y la Gloria divina en Persona, y por eso es Luz y por inhabitarla con su luz, se irradia desde la Virgen, y así la Virgen, emitiendo la Luz eterna, Jesucristo, es la señal que aparece en los cielos, dada por la Trinidad, de que Dios ha venido carne para salvar al mundo por el sacrificio de la cruz; finalmente, la Madre del Niño del Pesebre es la Madre de la Iglesia que, así como estuvo al lado de la cuna en el Pesebre de Belén y así como estuvo al pie de la cruz en el Calvario, así está, de pie, en el altar, en la Santa Misa, en la renovación sacramental del santo sacrificio de la cruz, para dar, a sus hijos adoptivos, el alimento del alma, la Eucaristía, el Pan de Vida eterna, su Hijo Jesús, el Niño de Belén.

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