viernes, 10 de abril de 2015

Viernes de la Octava de Pascua


(2015)

         “Jesús tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado” (Jn 21, 1-14). Jesús resucitado se aparece por tercera vez a sus discípulos, a orillas del mar de Tiberíades; toda la aparición, real, está cargada de elementos simbólicos sobrenaturales. La aparición sucede a la madrugada, luego de toda una noche infructuosa de pesca y Jesús, de pie, en la orilla del mar, luego de preguntarles si tienen pescados, les ordena que “tiren la red a la derecha de la barca”, que es donde había menos probabilidades de encontrar peces[1]; sin embargo, a pesar de esto, se produce la segunda pesca milagrosa, puesto que las redes se llenan con ciento cincuenta y tres peces. En la pesca milagrosa, hay dos hechos que llaman la atención: el número de peces, que simbólicamente ha sido relacionado con la universalidad de la Iglesia -por doctores de la Iglesia, como San Agustín y San Jerónimo-, y el hecho de que la red no se haya roto, es tomado como un indicativo de la unidad e integridad de la Iglesia[2]. Pero además, el hecho de que la aparición sea de madrugada tiene un significado simbólico: la noche representa esta vida; el trabajo infructuoso, en la barca, de los discípulos, sin Jesús, significa que la Iglesia, sin Jesús, "nada puede hacer", tal como Él lo dice. La aparición en la madrugada, resucitado, significa que Jesús conduce a su Iglesia al Nuevo Día, la Eternidad, con su Resurrección, y la pesca milagrosa, que sus palabras, según las cuales la Iglesia, sin Él "nada puede hacer", son verdad.
En cuanto a los discípulos, en un primer momento, y tal como sucede en las otras apariciones, no se dan cuenta que es Jesús, es decir, no lo reconocen. Y aunque luego lo reconocen, el primero en hacerlo es Juan, el Apóstol “a quien más amaba Jesús” (cfr. Jn 21, 20-25), porque es el Amor el que permite reconocer a Jesús. Al darse cuenta que era Jesús, Juan exclama, lleno de gozo y admiración: “¡Es el Señor!”, se viste la túnica y se lanza al mar, nadando hacia la orilla, en pos de Jesús.
         Luego de la pesca milagrosa, Jesús mismo les da de comer pescado asado y pan: “Jesús tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado”. Toda la aparición representa lo que hace Jesús resucitado en la Iglesia, desde la Eucaristía: así como Jesús está de pie, en la orilla del mar Tiberíades, esperando a sus amigos que están en la barca, así está de pie, en el sagrario, esperando por nosotros, sus amigos, que estamos en la barca, la Iglesia, para que vayamos a visitarlo; así como les dijo que tiraran la red a la madrugada y en un lugar en donde no había esperanzas de pesca, así también a nosotros nos envía al mundo, a buscar almas, a lugares en donde tal vez no hay esperanzas humanas de redención, pero así como Él produjo la pesca milagrosa, así también es Él el que se encarga de pescar las almas por nuestro intermedio; por último, a sus amigos les dio de comer pan y pescado, como signo de su amistad; a nosotros, como signo de su Amor infinito y eterno, nos da su Cuerpo Sacramentado y Sagrado Corazón Eucarístico y con Él, su Espíritu Divino. Y, al igual que Juan, el Discípulo Amado, nosotros, al contemplarlo en la Eucaristía, lo reconocemos con la luz de la fe y exclamamos, llenos de gozo, de asombro y de amor: “¡Es el Señor!”.





[1] Cfr. B. Orchard et. al, Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Barcelona 1957, Editorial Herder, 778.
[2] Cfr. Ibidem.

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