“Si
no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre, no tendrán Vida en
ustedes” (Jn 6, 51-59). ¿Qué clase de
“vida” es la que tendrán quienes coman la carne del Hijo del hombre y beban su
sangre? Porque no se trata, evidentemente, de la vida natural, la vida que
todos poseemos por naturaleza; no se trata de la vida que el alma posee por naturaleza
y que es con la cual anima al cuerpo, la vida con la cual dota de sensibilidad
al cuerpo, la vida sensitiva que tenemos en común con los animales, ni tampoco se trata
de la vida espiritual, que se manifiesta mediante la razón y el libre albedrío,
que nos asemeja a los ángeles y también a Dios[1]. Jesús
no se refiere a esta vida natural, cuando dice que “no tendremos vida” si no “comemos
la carne del Hijo del hombre y no bebemos su sangre”. Jesús está hablando de
una “vida” muy distinta, absolutamente superior, una vida infundida
directamente por Dios, por su soplo, y es la gracia divina, por medio de la
cual, el Espíritu Santo entra en nosotros[2]. Por
la gracia, el Espíritu Santo entra en relación con el alma, así como el alma
entra en relación con el cuerpo: así como el alma anima al cuerpo, dándole
vida, calor y luz y convirtiéndose en principio de vida y movimiento, así el
Espíritu Santo se convierte, por la gracia, en principio de vida y movimiento
para el alma, siendo su fuente de vida, de calor, de luz y de amor divinos. Como
el alma permanece en el cuerpo que anima, así permanece Dios y su Espíritu en
nuestra alma, por la gracia[3]. Dios
da al alma su Espíritu para que desempeñe en ella el mismo papel que representa
con relación al cuerpo: lo que hace el alma con el cuerpo, así hace el Espíritu
con el alma: la conduce, la guía, la ilumina, y la mantiene en la luz del
divino conocimiento y en el ardor del amor divino[4].
“Si
no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre, no tendrán Vida en
ustedes”. Quien comulga la Eucaristía, quien come la Carne y bebe la Sangre del
Hijo del hombre, tiene nueva vida, la vida de la gracia, la Vida del Espíritu
de Dios, la Vida del Espíritu Santo, un anticipo en la tierra de la vida feliz
en el Reino de los cielos, en la Casa del Padre.
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