martes, 9 de febrero de 2016

“Dejan de lado los Mandamientos de Dios, para seguir los de los hombres”


“Dejan de lado los Mandamientos de Dios, para seguir los de los hombres” (Mc 7, 1-13). Jesús culpa a los fariseos y escribas de tergiversar la religión, vaciándola de su contenido, que es la caridad. Jesús les dice que “Dejan de lado los Mandamientos de Dios, para seguir los de los hombres” y da un ejemplo concreto: el mandamiento de Dios que dejan de lado –entre otros tantos- es el Cuarto, que manda “Honrar padre y madre”, y lo dejan de lado, por cumplir “los mandamientos de los hombres”, es decir, las disposiciones de la ley farisaica, según las cuales, si se dejaba lo que se poseía en el altar del templo, entonces ya no había obligación para con los padres. Sin embargo, esto último es un acto de malicia porque, amparándose en una ley religiosa, los fariseos y escribas, lo que hacían, era desentenderse del amor debido a los padres. Por otra parte, lo que se depositaba ante el altar, lo recolectaban ellos mismos, con lo cual su ganancia era óptima: se desentendían del deber de caridad y justicia para con los padres, se quedaban con todo el dinero –con el cual deberían haber ayudado a sus padres, además de auxiliar al templo- y tranquilizaban sus conciencias citando la ley, un “mandamiento de hombres”, como les dice Jesús, poniéndolo por encima del “mandamiento de Dios”, que mandaba “honrar padre y madre”.
Obrando de esta manera, los fariseos y escribas vacían a la religión de su contenido esencial, la caridad, el amor sobrenatural a Dios y al prójimo, amor que impide cualquier acto de impiedad hacia Dios y de injusticia hacia el prójimo. Es por eso que, cuando no hay caridad en un acto de religión, sólo queda lo externo, el mero cumplimiento ritual, exterior, visible a los ojos de los hombres, pero inútil a los ojos de Dios. La caridad, esencia del acto religioso, impide la impiedad y la injusticia, volviendo al acto religioso piadoso para con Dios y justo para con el prójimo. Jesús desenmascara a los fariseos y escribas, haciéndoles ver que se han olvidado de la caridad y por lo tanto, son injustos para con el prójimo, al tiempo que inmediatamente se vuelven impiadosos para con Dios, porque no puede haber verdadera piedad para con Dios, si hay falta de caridad para con el prójimo.

“Dejan de lado los Mandamientos de Dios, para seguir los de los hombres”. Tengamos en cuenta las palabras de Jesús, para no solo no reemplazar nunca los Mandamientos de la Ley de Dios, por preceptos humanos, sino ante todo para que vivamos los Mandamientos divinos con la perfección sobrenatural de la caridad cristiana, es decir, para que cumplamos los Mandamientos de Dios con amor sobrenatural en el corazón, con actos religiosos plenos de caridad y piedad.

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