“Dejan
de lado los Mandamientos de Dios, para seguir los de los hombres” (Mc 7, 1-13). Jesús culpa a los fariseos
y escribas de tergiversar la religión, vaciándola de su contenido, que es la
caridad. Jesús les dice que “Dejan de lado los Mandamientos de Dios, para
seguir los de los hombres” y da un ejemplo concreto: el mandamiento de Dios que
dejan de lado –entre otros tantos- es el Cuarto, que manda “Honrar padre y
madre”, y lo dejan de lado, por cumplir “los mandamientos de los hombres”, es
decir, las disposiciones de la ley farisaica, según las cuales, si se dejaba lo
que se poseía en el altar del templo, entonces ya no había obligación para con
los padres. Sin embargo, esto último es un acto de malicia porque, amparándose
en una ley religiosa, los fariseos y escribas, lo que hacían, era desentenderse
del amor debido a los padres. Por otra parte, lo que se depositaba ante el
altar, lo recolectaban ellos mismos, con lo cual su ganancia era óptima: se
desentendían del deber de caridad y justicia para con los padres, se quedaban
con todo el dinero –con el cual deberían haber ayudado a sus padres, además de
auxiliar al templo- y tranquilizaban sus conciencias citando la ley, un “mandamiento
de hombres”, como les dice Jesús, poniéndolo por encima del “mandamiento de
Dios”, que mandaba “honrar padre y madre”.
Obrando
de esta manera, los fariseos y escribas vacían a la religión de su contenido
esencial, la caridad, el amor sobrenatural a Dios y al prójimo, amor que impide
cualquier acto de impiedad hacia Dios y de injusticia hacia el prójimo. Es por
eso que, cuando no hay caridad en un acto de religión, sólo queda lo externo,
el mero cumplimiento ritual, exterior, visible a los ojos de los hombres, pero
inútil a los ojos de Dios. La caridad, esencia del acto religioso, impide la
impiedad y la injusticia, volviendo al acto religioso piadoso para con Dios y
justo para con el prójimo. Jesús desenmascara a los fariseos y escribas,
haciéndoles ver que se han olvidado de la caridad y por lo tanto, son injustos
para con el prójimo, al tiempo que inmediatamente se vuelven impiadosos para
con Dios, porque no puede haber verdadera piedad para con Dios, si hay falta de
caridad para con el prójimo.
“Dejan
de lado los Mandamientos de Dios, para seguir los de los hombres”. Tengamos en
cuenta las palabras de Jesús, para no solo no reemplazar nunca los Mandamientos
de la Ley de Dios, por preceptos humanos, sino ante todo para que vivamos los
Mandamientos divinos con la perfección sobrenatural de la caridad cristiana, es
decir, para que cumplamos los Mandamientos de Dios con amor sobrenatural en el
corazón, con actos religiosos plenos de caridad y piedad.
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