“Jesús
envió a los Doce de dos en dos (…) fueron a predicar, exhortando a la conversión”
(cfr. Mc 6, 7-13). Jesús envía a sus
Apóstoles a misionar y, si bien les concede al mismo tiempo poder para expulsar
demonios y curar enfermos, la tarea principal de los Apóstoles es la de “exhortar
a la conversión”. Puesto que esa misión es la misión de la Iglesia Universal –sean
sacerdotes o laicos- en todos los tiempos, tenemos que considerar que también
nosotros somos enviados para llamar a la conversión a nuestros hermanos. Esto nos
lleva a plantearnos las siguientes preguntas: ¿qué significa “conversión”? La
conversión es un giro del corazón, que se encuentra volcado hacia las cosas
terrenas y bajas, hacia lo alto, hacia Dios; por la conversión, el corazón se
despega de lo mundano, para dirigir su mirada hacia el Sol de justicia,
Jesucristo, de manera tal que, a partir de este encuentro con Cristo, lo que
guíe su vida sean sus mandatos y no las seducciones del mundo. Ésta es la tarea
de los Doce, y es también la tarea de toda la Iglesia de todos los tiempos y,
por lo tanto, es también nuestra tarea: llamar a la conversión a nuestros
hermanos.
La
otra pregunta es: ¿cómo “exhortar a la conversión”? Lograremos la conversión de
nuestros hermanos mediante la oración, en primer lugar; luego, por la acción. Sin
oración previa, ninguna empresa apostólica puede seguir adelante; con la
oración, la empresa apostólica se desenvuelve según los designios de Dios. Una manera
concreta de actuar apostólicamente, en vistas a la conversión de nuestros
hermanos, es por medio de obras de misericordia espirituales, como por ejemplo,
las tres primeras: dar un consejo a quien lo necesita, enseñar al que no sabe,
corregir al que peca. Y una vez que hemos dado consejo, enseñado y corregido,
nuestra tarea continúa enseñando a nuestros hermanos que todos los remedios
espirituales que necesitan están en la Iglesia, y estos son, principalmente, el
Bautismo, la Confesión Sacramental y la Eucaristía, esto es, la Presencia real,
verdadera y substancial de Nuestro Señor Jesucristo.
“Jesús
envió a los Doce de dos en dos (…) fueron a predicar, exhortando a la conversión”.
La misión de los Apóstoles es nuestra misión, que es eminentemente espiritual y
sobrenatural: que le mundo tome conciencia de la necesidad de la conversión y
de que fuera de la Iglesia Católica, la Iglesia del Hombre-Dios Jesucristo, no
hay salvación.
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