miércoles, 27 de marzo de 2019

“El que se enseñe a cumplirlos, será grande en el Reino”



“El que se enseñe a cumplirlos, será grande en el Reino” (Mt 5, 17-19). Haciendo referencia a los Mandamientos de la Ley de Dios, Jesús advierte que quien no los cumpla y no los enseñe a cumplirlos, no será grande en el Reino, mientras que el que los cumpla y los enseñe, será grande. Jesús no ha venido a abrogar la ley mosaica, sino a hacerla más perfecta y esta perfección implica que el cumplimiento sea ante todo espiritual, interior, pero sin dejar de obrar exteriormente[1]. Así, quien quiera ser grande en el Reino de los cielos, debe él mismo cumplir interiormente los Mandamientos, pero al mismo tiempo, debe obrar exteriormente y ese obrar exterior es enseñar a otros a cumplir los Mandamientos. Quien esto haga, “será grande en el Reino de los cielos”, es decir, recibirá una recompensa en la vida eterna y esa recompensa consiste en un mayor grado de gloria. De esta manera, a mayor grado de gracia en la tierra, le corresponde un mayor grado de gloria en el cielo. Hace así una analogía a lo que sucede entre los hombres: un rey, cuando ve que un súbdito se preocupa por hacer cumplir las normas rectas del reino, premia a ese súbdito de diversas maneras, ya sea económicamente o con ascensos en el reino. Si eso sucede entre los hombres, que son malos por lo general y se mueven por bajos intereses, cuánto más Dios, que es bueno, premiará con mayor grado de gloria en el cielo a quien en la tierra enseñe a vivir a su prójimo los Mandamientos y preceptos de la Ley de Dios. La exigencia de santidad es mayor en el nuevo orden instaurado por Jesús que en el orden mosaico, porque la gracia hace participar al alma de  la vida divina y por esto la espiritualidad cristiana es más profunda y elevada que la mosaica, pero exige que se acompañe de obras de misericordia, las cuales pueden ser corporales o espirituales, como el caso señalado por Jesús, el de enseñar a un prójimo dándole consejos de cómo amar a  Dios y vivir los Mandamientos, etc. Por esta razón, si hay alguien que tiene sed de grandeza y quiere ser verdaderamente grande, entonces lo que debe hace es humillarse en esta tierra, cumplir y vivir los Mandamientos de la Ley de Dios y enseñar a los demás a hacerlo; de esa manera, Dios lo recompensará con un alto grado de gracia en esta vida y de gloria en la vida eterna.


[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1957, 360.

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