viernes, 15 de marzo de 2019

“Si vuestra justicia no es superior a la de los fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”



“Si vuestra justicia no es superior a la de los fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 5, 5-26). Jesús advierte que el cristiano debe ser más justo –es decir, más compasivo, más misericordioso y también más justo propiamente dicho- que los escribas y fariseos; de lo contrario, no entrará en el Reino de los cielos. Lo que sucede es que hay una gran diferencia entre la Ley Antigua, sobre la que se regían los fariseos antes de Él y la Ley Nueva que Él viene a instaurar. Jesús usa un ejemplo de la ley antes que Él: antes de Jesús, bastaba con no matar para ser justos; es decir, se consideraba justo quien no cometía un asesinato, por ejemplo; sin embargo, ahora, con Él, no basta con no matar, no basta con no cometer un asesinato: ya con el solo hecho de enojarnos con el prójimo, nos hace reos ante la Justicia divina. Es decir, con la Ley Nueva de Jesús, quien se enoja con su hermano merece ser juzgado y si alguien muere con ira, merece el Infierno. Como puede verse, hay una gran diferencia entre el cumplimiento de la Ley antes y después de Jesús: el cumplimiento de la Ley Nueva es mucho más estricto que el de la Ley Antigua.
La diferencia está en la gracia porque ahora, por la gracia santificante que Jesús nos trae por su cruz, el alma se encuentra en la Presencia de Dios, por lo que cualquier falta, por mínima que sea, se nota con mucha mayor intensidad que en el régimen del Antiguo Testamento. Estar en gracia equivale, para el cristiano, a estar delante de la Presencia de Dios en los cielos, para los bienaventurados, de ahí que sus pensamientos y deseos y también sus acciones, deben ser perfectas, puras e inmaculadas, porque Dios es perfecto, puro e inmaculado. Por la gracia santificante, el alma se encuentra delante de Dios, ante su Presencia, ya desde esta vida, así como los bienaventurados se encuentran ante la Presencia de Dios en los cielos y es por esta razón que las faltas cometidas son mucho más notorias que en la Ley Antigua y es por esto que el vivir en gracia supone que cada pensamiento es leído por Dios ante su Presencia, cada deseo es tenido delante de Dios, cada obra es hecha delante de Dios, de ahí que los pensamientos del cristiano deban ser santos, sus deseos puros y sus obras perfectas.
“Si vuestra justicia no es superior a la de los fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”. Si queremos entrar en el Reino de los cielos, entonces debemos evitar siquiera el más mínimo enojo y tomar conciencia que, por la gracia, aun estando en esta vida terrena, estamos ante la Presencia de Dios Uno y Trino.

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