martes, 12 de marzo de 2019

El Padre Nuestro se vive en la Misa



         Jesús enseña una nueva oración en la que no solo llamamos a Dios “Padre”, sino que le dirigimos una serie de peticiones en nuestra calidad de hijos adoptivos suyos. Sin embargo, la Iglesia nos hace no solo rezar estar oración nueva, sino que nos la hace vivir en la Santa Misa. Veamos de qué manera.
“Padre Nuestro que estás en el cielo”: en el Padre Nuestro se nombra a Dios Padre que está en el cielo, pero como el altar es una parte del cielo en la tierra, Dios Padre, que habita en el cielo, está presente en la Santa Misa, desde el inicio.
“Santificado sea tu Nombre”: pedimos que el nombre de Dios sea santificado, pero en la Misa el que santifica el Nombre tres veces santo de Dios es el mismo Jesucristo, Dios Hijo, quien sobre el altar renueva de forma incruenta su sacrificio en cruz para glorificar el nombre de Dios y salvar a los hombres.
“Venga a nosotros tu Reino”: en el Padre Nuestro pedimos que el Reino de Dios venga a la tierra, pero en la Santa Misa viene, más que el Reino de Dios, el Rey de cielos y tierra, Cristo Jesús.
“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”: pedimos que se cumpla la voluntad de Dios, como un deseo, pero en la Santa Misa se cumple su voluntad salvífica y el que la cumple es Cristo Jesús, porque Él se sacrifica en el altar, renovando incruenta y sacramentalmente su sacrificio en cruz, para la salvación de todos los hombres.
“Danos hoy nuestro pan de cada día”: pedimos el pan de cada día, pero en la Santa Misa se nos da, más que el pan de cada día, el Pan Vivo bajado del cielo, la Eucaristía.
“Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: pedimos que Dios nos perdone y Dios nos perdona, porque Jesús se dona en el sacrificio en cruz precisamente no para castigarnos, sino para perdonarnos y derramar sobre nuestras almas el Amor de su Sagrado Corazón, además de darnos en la Eucaristía el Amor de su Sagrado Corazón, con el cual nosotros nos volvemos capaces de perdonar a nuestros enemigos, así como Él nos perdona desde la cruz.
“No nos dejes caer en la tentación”: pedimos la fuerza para no caer en la tentación y en la Sagrada Eucaristía recibimos, más que la fuerza de Dios para no caer, al mismo Dios omnipotente, que así nos comunica de su fuerza para resistir a cualquier tentación.
“Y líbranos del mal”: pedimos que nos libre del mal, y en la Santa Misa Jesús nos libra de todo mal: con la Sangre de su cruz que se recoge en el cáliz del altar, destruye el mal del pecado y vence al Príncipe del mal, el Demonio, precipitándolo para siempre en el Infierno.
“Amén”: en el Padre Nuestro es una expresión de deseos de que las peticiones en él contenidas se hagan realidad, pero en la Santa Misa, que es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la cruz, todas las peticiones del Padre Nuestro se hacen realidad y se cumplen.

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