jueves, 7 de marzo de 2019

Jueves después de Cenizas 2019


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         En Cuaresma la Iglesia ingresa, místicamente, con Jesucristo, al desierto. Ingresa con Él para participar de su ayuno y de su oración, que es también misericordia, porque Jesús lo hace para salvar a la humanidad. Es decir, en Cuaresma, en cuanto tiempo litúrgico, la Iglesia no hace un mero recuerdo de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, sino que ingresa con Él, de manera mística, misteriosa y sobrenatural, en el desierto, para participar de su oración, de su ayuno y de su misericordia, porque rezar por la salvación de los hombres es la mayor obra de misericordia que pueda ser hecha.
         Esto tiene repercusiones en la vida espiritual, porque al no tratarse de un mero recuerdo, la Cuaresma no se reduce a un hábito cultural-religioso, sino que consiste en una participación activa que la Iglesia, en cuanto Cuerpo Místico de Jesucristo, realiza en íntima unión con Él, para salvar a la humanidad. Si la Cuaresma fuera sólo un recuerdo cíclico, anual, del ingreso y estadía de Jesús en el desierto, las prácticas cuaresmales y la misma Cuaresma no tendrían más que un valor meramente simbólico y se reducirían al recuerdo de un hecho pasado. Un recuerdo piadoso, pero solo un recuerdo al fin y al cabo. Sin embargo, al ser una participación directa, real, actual, de la Iglesia que en cuanto Cuerpo Místico de Cristo realiza en conjunto con su Cabeza, Cristo, en la unión del Espíritu Santo, entonces deja de ser un mero hábito cultural-religioso, para convertirse en un hecho salvífico.
En Cuaresma la Iglesia actúa en unión con su Cabeza, Cristo Jesús, unida a Él por el Espíritu Santo, de modo análogo a como el cuerpo, unido a la cabeza, actúa en unidad de vida con la cabeza, al estar animados ambos por la misma alma. Entonces, así como es el Espíritu Santo el que lleva al Señor al desierto, así también es el Espíritu Santo el que hace ingresar a la Iglesia, Cuerpo Místico de Jesucristo, en el desierto espiritual, para participar con Él de su ayuno, de su oración y de su misericordia. Significa que cuando un simple fiel hace oración, ayuno y penitencia en Cuaresma, no es sólo él, en forma aislada quien lo hace, sino que es él en cuanto miembro del Cuerpo Místico de Jesucristo que reza, hace ayuno y penitencia y obra la misericordia, para no solo combatir y derrotar al espíritu del mal, sino que, en unión con su Cabeza, Cristo Jesús, y por el poder de su gracia, al mismo tiempo que combate y vence al mal, salva a la humanidad. En Cuaresma entonces la Iglesia participa de la misión salvífica de Cristo, internándose con Él, espiritual y sobrenaturalmente, en el desierto y, en unión con Él, hace oración, ayuno y penitencia y obra la misericordia.

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