martes, 17 de diciembre de 2019

“Irá delante del Señor para convertir los corazones”



“Irá delante del Señor para convertir los corazones” (Lc 1, 5-25). El Ángel del Señor le anuncia a Zacarías el próximo nacimiento de su Hijo, el Bautista, y describe su misión: ir delante del Señor para convertir los corazones. Ésta es la misión principal y esencial del Bautista; para esta misión fue concebido y ungido con el Espíritu Santo: para ser el Precursor del Mesías, para anunciar a los hombres que el Redentor de los hombres está por llegar y que por lo tanto es necesario convertir el corazón. Desde el pecado original, el corazón del hombre está apegado a las cosas terrenas: el Mesías viene no sólo para despegarlos de ellas, sino para conducir a los hombres al Reino de los cielos. Pero para el encuentro entre los hombres y el Mesías, Cristo Jesús, los hombres deben haber iniciado un camino de conversión, al menos moral; una conversión por la cual rechacen las cosas bajas de este mundo y tiendan a las cosas del cielo, porque el Mesías viene del cielo y viene para llevarnos al cielo. Nadie que esté apegado a las cosas bajas de este mundo puede seguir al Mesías, Cristo Jesús, que nace como Niño en Belén, de ahí la imperiosa necesidad de la conversión de los corazones que habrá de predicar el Bautista.
          De la misma manera, la Iglesia predica la conversión de los corazones en el desierto del mundo, para que los hombres, despegados de este mundo y sus vanas atracciones, estén en condiciones de seguir al Mesías por el camino real de la Cruz, camino que conduce directamente al cielo.
          El tiempo de Adviento es tiempo de preparación de los corazones para el encuentro de Cristo que viene como Niño en Belén, que viene en cada Eucaristía y que habrá de venir al fin de los tiempos, para poner fin a este mundo caduco y perenne y dar comienzo a la eternidad, a su Reino de los cielos. Para este encuentro con Cristo que viene como Niño en Belén, es que la Iglesia dispone el tiempo de Adviento, como tiempo de gracia para preparar el corazón para el encuentro con el Niño Dios, Cristo Jesús.

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