lunes, 9 de diciembre de 2019

“Cargad con mi yugo y tendréis alivio”




“Cargad con mi yugo y tendréis alivio” (Mt 11,28-30). Para quien se siente “afligido y agobiado” por las circunstancias de esta vida terrena, en la que no faltan las zozobras y las tribulaciones, Jesús propone una aparente paradoja: quien está cansado o agobiado, debe tomar su yugo, que es la Cruz, y así obtendrá alivio. Es una paradoja aparente, porque si alguien está cansado, si carga sobre sí un yugo, se cansará más todavía; sin embargo, Jesús promete que quien cargue “su yugo”, que es la Cruz, sobre sus hombros, obtendrá alivio. La contradicción es sólo aparente porque quien haga esto, es decir, quien esté agobiado y cargue sobre sus hombros el yugo de Jesús, obtendrá alivio, por la razón de que en realidad es Él quien carga nuestra Cruz por nosotros. Es Él quien, camino del Calvario, lleva la Santa Cruz a cuestas y, en esa Cruz, están todas nuestras cruces. Ésta es la razón por la cual quien cargue con el yugo de Jesús, la Santa Cruz, obtendrá alivio, porque su carga se verá aliviada, al ser Él quien comenzará a llevar la Cruz de cada uno sobre sus espaldas.
“Cargad con mi yugo y tendréis alivio”. Cuando nos sintamos agobiados y afligidos por las tribulaciones y zozobras de esta vida terrena, acudamos al Niño Dios, que es el mismo Cristo que está en la Eucaristía y le pidamos que nos dé su yugo, la Santa Cruz, que es suave y amable y así comenzaremos a sentir alivio.

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