domingo, 15 de diciembre de 2019

“Fuisteis al desierto a ver al Precursor”




(Domingo III - TA - Ciclo A - 2019 – 2020)

          “Fuisteis al desierto a ver al Precursor” (Mt 11, 2-11). Jesús hace una precisión con relación al Bautista: no es un profeta más entre tantos, sino el Precursor, aquel que debía anunciar la Llegada del Mesías. Con esta calificación del Bautista, Jesús se auto-revela al mismo tiempo, implícitamente, como el Mesías, porque el Bautista es el Precursor del Mesías, es el que anuncia al mundo la Llegada del Salvador en la Persona de Jesús de Nazareth. El Bautista no fue al desierto para predicar una mera conversión moral, como si el ser buenos fuera el fin de su predicación: fue a predicar la conversión del corazón como requisito indispensable para recibir al Mesías, Jesucristo. Por su misión, el Bautista es un profeta, porque no es él el Mesías, pero es más que un profeta, porque es el Precursor, es el que anuncia que la Llegada del Mesías y su Reino celestial es inminente. De ahí la importancia y la urgencia de la conversión propiciada por el Bautista, porque quien no esté convertido o al menos haga el esfuerzo para convertir su corazón, apartándose de las cosas bajas y terrenas, no está en grado de recibir al Mesías y Redentor, que viene de los cielos.        
De la misma manera, en el desierto del mundo, es la Iglesia la que, imitando al Precursor, el Bautista, anuncia a los hombres la Llegada del Mesías: el Cristo que Vino en Belén, que Viene en cada Eucaristía y que Vendrá al fin de los tiempos.
Y en esto se fundamenta la alegría que caracteriza a este Domingo: en que Cristo, el Salvador, el Redentor, el que nos libró de la muerte, el pecado y el demonio en la Cruz, viene para Navidad, como Niño Dios, como Dios hecho Niño, para que nosotros, hechos niños por la gracia, nos hagamos Dios por participación. La alegría de este Domingo también se fundamenta en el hecho de que el Cristo que Vino en Belén, es el que Viene en cada Eucaristía, para convertir nuestros corazones en otros tantos portales de Belén, en donde Él nazca por la gracia. Y la alegría de nuestros corazones se colma cuando sabemos que el Cristo que Viene en Navidad, que Viene en cada Eucaristía, es el Cristo que Viene al fin de los tiempos, para conducirnos, por su misericordia y gracia, al Reino de los cielos, en donde reinaremos sin las tristezas de este mundo y en la eterna alegría de Dios Trino, por los siglos sin fin.
         La alegría de este Domingo de Adviento está dada porque se vive con particular intensidad aquello que sucede cada día: cada segundo, cada minuto, cada hora que pasa, nos acercan cada vez a Cristo que viene, que vino y que vendrá para llevarnos a la eternidad.

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