martes, 24 de diciembre de 2019

Octava de Navidad 2019 6


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          En el siglo XXI, la Navidad se ha tergiversado tanto en su sentido original, que se ha convertido en una fiesta mundana y pagana, en la que el personaje central, Cristo, ha sido dejado de lado por la fiesta misma, por los regalos, los festejos y por un usurpador llamado “Santa Claus”. Esto que decimos no lo inventamos nosotros, sino que, además de ser una experiencia que puede ser comprobada por nosotros mismos, lo afirma un diario inglés, llamado The Guardian Unlimited[1]. En dicho diario, en un artículo, se dan toda una serie de consejos mundanos, banales, triviales e incluso anti-cristianos, para festejar una Navidad “super” –en inglés le dicen “cool”- o, también, una "Navidad mundana". Es decir, el artículo da consejos para que la Navidad sea una fiesta divertida, sorprendente, que sea recordada por todos precisamente por lo divertida que resultó ser. En estos consejos, se incluyen todo tipo de detalles, que van desde la ropa, los zapatos, los accesorios, hasta qué elementos decorativos colocar, qué comidas preparar, qué bebidas servir, etc. Tal y como se realiza con una fiesta mundana, así se aconseja hacer para Navidad. El problema no radicaría tanto en esto, puesto que una fiesta sí debe ser, además de elegante, divertida, y por eso no están demás algunos consejos dados en buena fe: el problema radica en que se reduce la Navidad a eso, a una fiesta, quitándole lo esencial, lo mistérico, lo sobrenatural, lo que es la causa de la Navidad, esto es, el Nacimiento del Hijo de Dios en forma de Niño humano en el Portal de Belén.
          Es decir, en el artículo se dan toda clase de consejos para que la Navidad sea una fiesta “inigualable” e “inolvidable”, pero se olvidan de lo esencial de la Navidad, el Niño Dios, por quien tiene sentido toda fiesta y sin el cual ninguna fiesta tiene razón de ser. Una fiesta así, en la que se deja de lado al personaje central de la fiesta, carece de sentido.
          Ahora bien, hay otro error en el artículo y es el pensar que la fiesta de Navidad se da en un solo ambiente, el mundano: no toman en cuenta que es en otro ambiente, no de origen mundano o terrestre, en donde se origina la verdadera fiesta de Navidad y es la Santa Misa de Nochebuena. La razón es que allí, en la Santa Misa –como en cada Santa Misa- el Niño Dios prolonga su Encarnación en la Eucaristía, para nacer en los corazones de aquellos que lo reciban con un corazón humilde, con fe y en gracia. Es decir, la verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena, la cual se origina no en la tierra sino en los cielos, porque es desde de los cielos desde donde desciende el Niño Dios para prolongar su Encarnación en la Eucaristía y nacer en los corazones convertidos en otros tantos portales de Belén.
          El Niño que nace indefenso, temblando de frío, llorando por el hambre, es el Niño que fue engendrado en la eternidad en el seno del Padre y ahora viene a este mundo para cumplir su misterio salvífico y pascual de muerte y resurrección.
El Niño que nace en Belén y actualiza su Nacimiento por la liturgia eucarística en el altar eucarístico es el Rey de los cielos y es por lo tanto, en Sí mismo, la Alegría Increada y la causa de toda alegría participada. Este Niño que nace en Belén es el que le da a la fiesta de Navidad su verdadera y única alegría, ya que la alegría de la fiesta terrena es sólo una alegría refleja de esta alegría celestial.
La fiesta que no tiene en cuenta a la Santa Misa de Nochebuena, es una fiesta mundana, pagana, sin razón de ser, en donde la alegría es vana y banal, pasajera, sin fundamento alguno que la sustente y esto porque dejan de lado a Aquél que es la razón de ser de la fiesta de Navidad, Cristo Jesús, el Niño Dios. La verdadera fiesta, lo volvemos a decir, es la Santa Misa de Nochebuena, Santa Misa en la que Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, actualiza por la liturgia eucarística del altar su milagroso nacimiento del seno virginal de María Santísima, al nacer también de modo milagroso en otro seno virginal, el de la Iglesia, esto es, el altar eucarístico y esto lo hace para luego convertir a cada corazón en un nuevo Portal de Belén.
La verdadera fiesta y el verdadero banquete es la Santa Misa de Nochebuena, porque allí Dios Padre organiza para nosotros un banquete celestial, un manjar suculento, substancioso: nos convida con el Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía; con el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús y con la Carne del Cordero de Dios, asada en el fuego del Espíritu Santo. Sin esta fiesta celestial, toda fiesta terrena es mundana, pagana y anti-cristiana, carente de toda razón de ser.
Por último, una fiesta mundana, en la que se deje de lado al Verdadero y Único protagonista, Cristo Jesús, es  incluso peligroso, tal como lo dice San Hilario: “¿Hay algo más peligroso para el mundo que el hecho de no querer aceptar a Cristo?”[2].




[1] Cfr. The Guardian Unlimited, edición digital, www.theguardian.uk, noviembre de 2006.
[2] Cfr. In Evang. Matth. Comment. XVIII, 3, PL 9, 1019; cit. en Iván Kologrivoff, Il Verbo di Vita, Libreria Editrice Fiorentina, Florencia 1956, 128.

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