jueves, 2 de julio de 2020

“Si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies”




“Si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies” (Mt 10, 7-15). Jesús envía a su Iglesia a misionar y para que tengan credibilidad sus palabras, les hace partícipes de su poder divino, dándoles poder para curar enfermos, resucitar muertos y expulsar demonios: “Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios”. Es decir, el anuncio y la proclamación del Reino de Dios va acompañada de signos prodigiosos, que ocasionan un gran bien, corporal y espiritual, a quien lo recibe. Sin embargo, la gracia de Dios debe ser recibida de buena manera, con agrado, porque así se demuestra que se quiere a Dios y su gracia. En otras palabras, la gracia de Dios y el bien que esta proporciona al alma que la recibe, debe ser recibida con total libertad, sabiendo que viene de Dios y que es a Dios a quien recibimos, cuando recibimos su gracia. Esto es lo que explica la recomendación de Jesús a sus discípulos: “Si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies”. El sacudir el polvo que se había adherido al calzado, era y es una expresión de desacuerdo con la persona que no quiere recibir el don que se le proporciona. Por eso, aquel que libremente rechace la gracia, también será libremente rechazado por Dios, por lo que no recibirá la gracia de ninguna manera. Esto quiere decir que a Dios y su gracia, o se los recibe de buen agrado y con amor, o no se los recibe, pero quien no reciba a Dios y su gracia, debe saber que debe atenerse a las consecuencias, que es la ausencia de Dios y la ausencia de su gracia.
“Si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies”. Seamos muy cuidadosos en lo que respecta a las cosas de Dios y su Reino, pues puede suceder que, por exceso de presunción y de confianza en nosotros mismos, cometamos el grave error de rechazar a Dios y su gracia. Para que eso no suceda, pidamos todos los días a la Virgen, Mediadora de todas las gracias, la gracia de ser fieles a la fe y a las obras buenas hasta el final, hasta el último aliento de nuestras almas.

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