martes, 14 de julio de 2020

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados y yo les daré alivio”




“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados y yo les daré alivio” (Mt 11, 28-30). Jesús llama a todos los que están “fatigados y agobiados” para que Él les dé alivio. Parece algo difícil o incluso imposible, el hecho de que Jesús pueda dar alivio, porque Él mismo está “fatigado y agobiado” en la cruz y lo está al punto de encontrarse en estado de agonía, a causa de las innumerables heridas sangrantes que cubren su Sagrado Cuerpo. También si lo contemplamos en la Eucaristía, parecería ser casi imposible que Jesús nos dé alivio, porque Él está en la Eucaristía y parece solo estar ahí, sin poder hacer nada más que estar ahí. Ahora bien, pensar de esta manera es pensar de manera mundana y es no considerar, en realidad, quién es Jesús y cuál es su verdadero poder. Cuando Jesús dice que acudan a Él los que están “afligidos y agobiados”, está diciendo que acudan a Él que está en la Cruz y que está también, en Persona, en la Eucaristía. Aunque humanamente parecería que Jesús no nos puede auxiliar desde la Cruz y la Eucaristía, sí puede hacerlo en realidad y puede hacerlo porque Él es Dios. Por eso, aunque parezca abatido en la Cruz y ausente en la Eucaristía, Jesús puede darnos alivio en nuestras aflicciones a causa de su omnipotencia divina. Por esto mismo, acudamos a Jesús crucificado y a Jesús Eucaristía y nos postremos ante Él, para que, en el silencio de la oración y en lo más profundo de nuestro ser, sintamos y experimentemos el alivio que Jesús nos concede.

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