sábado, 18 de julio de 2020

“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”


JESÚS RESUCITÓ EN EL AMOR DE MARÍA MAGDALENA. Xabier Picaza

“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto” (Jn 20, 1-2. 11-18). María Magdalena, la mujer de la cual Jesús había expulsado siete demonios y a partir de lo cual se había convertido en una ferviente y devota seguidora suya, va al sepulcro piadosamente el Domingo por la mañana, para rezar ante la tumba de Jesús. María Magdalena, que amaba a Jesús pero que se había quedado en los hechos del Viernes Santo y no recordaba la promesa de Jesús de que habría de resucitar al tercer día, llora delante del sepulcro, cuya puerta de piedra ha sido removida y el motivo de su llanto es porque piensa que se han llevado al cuerpo muerto de Jesús y ella no sabe dónde lo han puesto. Es la respuesta que le da a los ángeles cuando estos le preguntan por el motivo de su llanto: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. María Magdalena está triste y desconsolada porque su fe no ha trascendido la muerte y el dolor del Viernes Santo y la soledad del Sábado Santo; su fe no ha trascendido hasta llegar al luminoso día de la Resurrección del Señor, el Domingo. Precisamente, el día en el que ella debería estar exultante y radiante por la resurrección de Cristo, se encuentra en cambio llorando desconsolada porque piensa que sigue muerto, que no ha resucitado y por añadidura, cree que se han llevado el cuerpo, ya que no está en el sepulcro.
Esta angustia y este dolor de María Magdalena desaparecerán cuando Jesús en Persona se le aparezca, vivo, glorioso y resucitado, y sople sobre ella el Espíritu Santo, para que pueda reconocerlo. En un primer momento, María Magdalena lo confunde con el encargado del sepulcro, pero cuando Jesús le ilumina su mente y su corazón con la luz del Espíritu Santo, le dice: “¡Rabboní!”, que significa “Maestro” y es entonces cuando lo reconoce, llenándose de alegría.
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Nosotros no podemos decir, como María Magdalena, que “no sabemos” dónde está el Cuerpo de Jesús: sabemos que el Cuerpo de Jesús ya no está recostado y muerto en el sepulcro, sino que su Cuerpo está de pie, vivo y glorioso, en el Cielo y en la Eucaristía. Y es esta la alegre noticia que debemos comunicar al mundo, no solo que Jesús ha resucitado, sino que está vivo y glorioso en la Eucaristía.

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