jueves, 12 de agosto de 2021

“El Reino de los cielos se parece a un propietario que sale a contratar trabajadores para su viña”

 


“El Reino de los cielos se parece a un propietario que sale a contratar trabajadores para su viña” (Mt 20, 1-16). Jesús compara al Reino de los cielos con un propietario que sale de madrugada a contratar trabajadores para su viña. Un primer elemento en el que podemos detenernos es en el derecho del hombre a la propiedad privada, concepto en un todo contrario al comunismo, en donde la persona humana individual no tiene derecho a poseer nada, porque todo es del Estado, todo es propiedad comunitaria. En la parábola, el hombre posee una propiedad que claramente es privada porque es suya y es él, como dueño de la propiedad, quien sale a contratar obreros. Esto se puede argumentar en contra de los falsos principios comunistas que atentan contra la propiedad privada.

Ahora bien, el centro de la parábola está en la paga que el dueño da a los obreros: a todos les da la misma paga, sin importar si han empezado a trabajar desde la mañana, al atardecer o a la noche. De hecho, esta igualdad en la paga es lo que provoca el reclamo de los primeros trabajadores, quienes pensaban que, por haber trabajado desde la mañana, iban a recibir más dinero.

Para entender la parábola, hay que reemplazar los elementos naturales por los sobrenaturales. Así, por ejemplo, el dueño de la viña es Dios Padre; la viña es la Iglesia Católica; los trabajadores son los bautizados; los que empiezan a trabajar primero son los que se convierten a temprana edad; los que comienzan a trabajar más tarde, son los que se convierten siendo adultos o incluso en la vejez, antes de morir; por último, la paga, es el Reino de los cielos. El Dueño de la viña, Dios Padre, concede la misma recompensa, el Reino de los cielos, a todo aquel que se convierte de corazón, sin importar su edad y sin importar si se convirtió de niño, de joven, de adulto o en su lecho de muerte. Por ejemplo, existe el caso de un condenado a muerte que fue catequizado por Santa Teresita de Lisieux y se convirtió de camino al cadalso: ése sería el ejemplo perfecto de quien recibe la paga del Reino de los cielos, aun habiéndose convertido en los últimos momentos de la vida.

“El Reino de los cielos se parece a un propietario que sale a contratar trabajadores para su viña”. No debe importarnos si nuestro prójimo recibe la misma paga que nosotros: lo que importa, en definitiva, es ganar el Reino de los cielos y así salvar el alma y esto es válido tanto para nosotros, como para nuestro prójimo. Trabajemos en la Viña del Señor, la Santa Iglesia Católica, para que tanto nosotros, como nuestros prójimos, recibamos la misma paga del Señor: la vida eterna en el Reino de los cielos.

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