(Domingo
XIX - TO - Ciclo B – 2021)
“Yo
Soy el Pan Vivo bajado del cielo” (Jn
6, 41-51). Jesús se auto-proclama como “Pan Vivo bajado del cielo” y frente a
esta revelación, los judíos se escandalizan porque lo ven humanamente, lo ven
como a un hombre más entre tantos y por eso no pueden comprender de qué manera
Jesús pueda ser “Pan Vivo bajado del cielo”. Para los judíos, Jesús es sólo un
hombre más, es el “hijo del carpintero” y por eso se preguntan: “¿No es éste,
Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos
dice ahora que ha bajado del cielo?”. En otras palabras, los judíos -como así también los protestantes y los musulmanes- no pueden
entender el motivo por el cual Jesús se llama a Sí mismo “Pan Vivo bajado del
cielo”, si es sólo “el hijo del carpintero”. ¿Porqué les sucede esto? Esto les sucede porque no tienen
la luz de la gracia santificante que, proviniendo del mismo Cristo, ilumina las
mentes y los corazones, para reconocer a Dios en Cristo o, mejor dicho, para
reconocer que Cristo es Dios. Ahora bien, también a nosotros nos puede suceder lo mismo, es decir, el no reconocer la divinidad de Cristo, lo cual implica reconocer, implícitamente, la virginidad de la Madre de Dios y la castidad de San José: un ejemplo de esta falta de luz de la fe católica es la monja apóstata Lucía Caram, la cual públicamente, en un programa televisivo. ofendió a la Virgen y a San José y también a Jesús, al negar la Pureza de María Virgen y la castidad de San José.
Lo
mismo sucede en nuestros días con numerosos católicos, quienes cuestionan no
solo la divinidad de Cristo, sino su Presencia real en la Eucaristía. Es decir,
la fe católica afirma que Cristo es Dios y que por lo tanto, la Eucaristía es
Dios, porque es Cristo Dios en Persona, oculto en apariencia de pan, pero
muchos católicos cuestionan esta verdad de la divinidad de Cristo y de la
Eucaristía, así como los judíos cuestionaban la divinidad de Cristo y su
revelación de ser Él el Pan Vivo bajado del cielo.
“Yo Soy el Pan Vivo bajado del cielo”. Desde la Eucaristía,
Jesús nos dice, en el silencio de la oración, lo mismo que le decía a los
judíos: Él es el Pan Vivo bajado del cielo, Él es el Maná Verdadero que nos
alimenta en el desierto de la vida, en nuestro peregrinar hacia la Jerusalén
celestial, Él es el Pan Vivo que nos da la vida eterna, la vida misma de la
Trinidad. No repitamos el error de los judíos y, reconociendo a Cristo Dios
Presente en Persona en la Eucaristía, nos postremos en adoración ante el
Cordero de Dios.
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