(Domingo
IV - TA - Ciclo C – 2021)
En el Nacimiento del Niño Dios en Belén se deben tener en
cuenta dos elementos: por un lado, el estado de oscuridad y de tinieblas
espirituales en el que se encontraba toda la tierra, como consecuencia del
dominio pleno, total y absoluto de la humanidad por parte del Príncipe de las
tinieblas, el Ángel caído, Satanás y como consecuencia de la caída de la
humanidad en las tinieblas del pecado original; por otro lado, se debe tener en
cuenta Quién es el que nace en Belén, porque el que nace en Belén no es un niño
bueno ni un niño santo, sino Dios Tres veces Santo, el Hijo de Dios, encarnado
en el seno purísimo de la Madre de Dios por obra del Espíritu Santo y esto es
muy importante a tenerlo en cuenta, porque el Niño de Belén, en cuanto Dios
Hijo, es Luz y Luz Eterna. Entonces, por un lado, tenemos a la humanidad
sumergida en dos inmensas tinieblas espirituales: las tinieblas del pecado, que
oscurecen tanto la mente como la voluntad del hombre y lo alejan de Dios y su santidad,
inclinándolo a la concupiscencia y al mal, y las tinieblas vivientes, los
ángeles caídos, los ángeles rebeldes, los habitantes naturales del Infierno,
que antes de la Venida de Cristo vagaban por la tierra para inocular en los
corazones de los hombres el mortal veneno de la rebelión contra Dios Uno y
Trino. Por otro lado, tenemos el Nacimiento del Niño Dios en Belén que, en cuanto Dios, es Luz y Luz Eterna, infinita, celestial, sobrenatural.
Ahora
bien, el Nacimiento del Niño de Belén viene a cambiar radicalmente las cosas,
porque Él es el Rey Victorioso que por medio de su muerte y sacrificio en cruz,
derrotará para siempre al Ángel caído, vencerá a la muerte y borrará el pecado,
pero además, iluminará a los hombres –sus mentes y corazones- con la luz de Ser
divino trinitario y así disipará las tinieblas del pecado, las tinieblas
demoníacas y las tinieblas del error y de la herejía, porque así como a la
oscuridad la vence la luz, así el Niño de Belén, el Niño Dios, que es Luz
Eterna, vence al Príncipe de la oscuridad, el Príncipe de las tinieblas,
Satanás. La razón de nuestra alegría como católicos en Navidad es por lo tanto
el Nacimiento de Dios hecho Niño, es la alegría que nos comunica el Niño de
Belén, que como Luz Eterna vence a las tinieblas e ilumina nuestras almas con
la luz divina de la Trinidad.
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