viernes, 17 de diciembre de 2021

En la noche de Belén, resplandece la Luz Eterna, el Niño Dios

 


(Domingo IV - TA - Ciclo C – 2021)

         En el Nacimiento del Niño Dios en Belén se deben tener en cuenta dos elementos: por un lado, el estado de oscuridad y de tinieblas espirituales en el que se encontraba toda la tierra, como consecuencia del dominio pleno, total y absoluto de la humanidad por parte del Príncipe de las tinieblas, el Ángel caído, Satanás y como consecuencia de la caída de la humanidad en las tinieblas del pecado original; por otro lado, se debe tener en cuenta Quién es el que nace en Belén, porque el que nace en Belén no es un niño bueno ni un niño santo, sino Dios Tres veces Santo, el Hijo de Dios, encarnado en el seno purísimo de la Madre de Dios por obra del Espíritu Santo y esto es muy importante a tenerlo en cuenta, porque el Niño de Belén, en cuanto Dios Hijo, es Luz y Luz Eterna. Entonces, por un lado, tenemos a la humanidad sumergida en dos inmensas tinieblas espirituales: las tinieblas del pecado, que oscurecen tanto la mente como la voluntad del hombre y lo alejan de Dios y su santidad, inclinándolo a la concupiscencia y al mal, y las tinieblas vivientes, los ángeles caídos, los ángeles rebeldes, los habitantes naturales del Infierno, que antes de la Venida de Cristo vagaban por la tierra para inocular en los corazones de los hombres el mortal veneno de la rebelión contra Dios Uno y Trino. Por otro lado, tenemos el Nacimiento del Niño Dios en Belén que, en cuanto Dios, es Luz y Luz Eterna, infinita, celestial, sobrenatural.

Ahora bien, el Nacimiento del Niño de Belén viene a cambiar radicalmente las cosas, porque Él es el Rey Victorioso que por medio de su muerte y sacrificio en cruz, derrotará para siempre al Ángel caído, vencerá a la muerte y borrará el pecado, pero además, iluminará a los hombres –sus mentes y corazones- con la luz de Ser divino trinitario y así disipará las tinieblas del pecado, las tinieblas demoníacas y las tinieblas del error y de la herejía, porque así como a la oscuridad la vence la luz, así el Niño de Belén, el Niño Dios, que es Luz Eterna, vence al Príncipe de la oscuridad, el Príncipe de las tinieblas, Satanás. La razón de nuestra alegría como católicos en Navidad es por lo tanto el Nacimiento de Dios hecho Niño, es la alegría que nos comunica el Niño de Belén, que como Luz Eterna vence a las tinieblas e ilumina nuestras almas con la luz divina de la Trinidad.

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