viernes, 17 de diciembre de 2021

La Virgen entona el Magnificat

 


La Virgen entona el Magnificat (cfr. Lc 1, 46-56). En el canto del Magnificat, la Virgen nos deja muchas enseñanzas: “Mi alma glorifica al Señor”: no debemos glorificar ni al hombre ni a las obras del hombre, porque el Único que merece toda la gloria, la honra y la adoración es Dios Uno y Trino, “y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador”: la alegría del cristiano no procede de cosas mundanas, terrenas, sino que viene de lo alto, del Sagrado Corazón de Jesús, el Salvador de los hombres, “porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”: Dios rechaza al soberbio, porque la soberbia es el pecado capital del ángel caído y el soberbio participa de la rebelión satánica contra Dios; por el contrario, Dios recibe con los brazos abiertos de Cristo en la cruz, a los humildes; “Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede”: las grandes cosas que Dios ha hecho en la Virgen es, por un lado, el haberla concebida como Inmaculada Concepción, como Inmaculada y además de esto, la creó "Llena de gracia", es decir, inhabitada por el Espíritu Santo y esto lo hace Jesucristo, en forma análoga, cuando limpia nuestras almas quitándoles la mancha del pecado original por medio del Sacramento de la Confesión y nos colma de gracia cuando nos alimenta con la substancia divina trinitaria en cada Comunión Eucarística; “Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen”: Dios es Tres veces Santo y si bien es infinita justicia, también es infinita misericordia y esa misericordia se extiende a todos los hombres de buena voluntad que lo aman y lo adoran; “Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes”: así como Dios expulsó para siempre del Cielo, condenándolo al Infierno eterno, al Diablo y a los ángeles apóstatas, por causa de su orgullo y soberbia, así también aleja de Sí a los hombres que por malicia participan del pecado angélico por antonomasia, la soberbia; “A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada”: a los que tienen hambre y sed del Amor de Dios, los colma sobreabundantemente, dándoles el manjar de los ángeles, la Carne del Cordero de Dios y el Pan de Vida eterna, la Eucaristía, pero quienes rechazan al Verdadero Maná, se retiran con las manos vacías; “Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”: Dios Trinidad no tiene obligación de liberarnos de nuestros enemigos, pero como es Dios de infinita misericordia y amor, se compadece de nuestra debilidad y nos libra de los tres grandes enemigos de los hombres: el pecado, el Demonio y la muerte, por medio del Santo Sacrificio de Cristo en la cruz. Unidos a María Santísima, y aunque somos indignos, proclamemos también nosotros las maravillas del Señor, Nuestro Dios que se nos dona en la Eucaristía.

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