sábado, 4 de diciembre de 2021

“No ha nacido uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos, es más grande que él”

 


“No ha nacido uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos, es  más grande que él” (Mt 11, 11-15). Juan el Bautista recibe un gran elogio, nada menos que por el mismo Hombre-Dios en Persona. Ahora bien, en el elogio, hay también una frase de Jesús que separa al Antiguo Testamento –representado por el Bautista- del Nuevo Testamento –encarnado, obviamente, por Jesús- y la distinción es la siguiente: cuando Jesús dice que “No ha nacido uno más grande que Juan el Bautista”, se refiere a la bondad natural con el que Dios ha creado al hombre, a pesar del pecado original, todavía conserva; es a esta bondad natural a la que el Bautista hace referencia, pidiendo que los corazones se aparten de lo malo y elijan lo que es bueno, como paso previo para la conversión del corazón, necesaria a su vez para la acción de la gracia santificante; en este sentido, es verdad lo que dice Jesús, en cuanto a que “no ha nacido uno más grande que Juan el Bautista”, porque el Bautista hace un llamado a esa parte del corazón humano que conserva su humanidad, paradójicamente, en el sentido de que, a pesar del pecado original, todavía puede el hombre hacer el bien; a pesar del pecado original, todavía el hombre puede ser humano, puede ser bondadoso, puede desear y hacer el bien. Pero en la frase subsiguiente, Jesús hace la distinción entre el llamado a la bondad natural que predica el Bautista, con el llamado a la santidad que Él viene a traer: cuando Jesús dice “aunque el más pequeño en el Reino de los cielos, es más grande que él”, lo dice porque así explicita la superioridad de la gracia santificante, que proviene del Ser divino trinitario, que más que hacer “bueno” al hombre, lo hace “santo”, lo cual es ser bueno con la Bondad divina y no con la simple bondad humana. Porque la gracia santificante o bondad divina es infinitamente más grande que la bondad meramente humana, todo aquel que posea el más mínimo grado de gracia en la tierra, o de gloria en el cielo, como por ejemplo, el más “pequeño”, por así decir, de los santos, esos, son más grandes que el Bautista. Así, Jesús deja establecida la superioridad de la gracia santificante, por encima de la bondad humana. Entonces, el Bautista proclama la vuelta del corazón a la bondad primigenia con la que Dios creó al hombre, pero a partir de Cristo, esa bondad no basta, sino que para entrar en el Reino de los cielos, es necesaria la gracia santificante, la cual es concedida gratuitamente al alma, por los méritos de Cristo en la cruz, a través de los Sacramentos de la Iglesia.

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