viernes, 18 de febrero de 2022

“El ciego estaba curado y veía con toda claridad”

 


“El ciego estaba curado y veía con toda claridad” (Mc 8, 22-26). Jesús cura a un ciego, utilizando su omnipotencia divina y demostrando así que Él es Dios Hijo encarnado.

La curación que hace Jesús es real, es decir, el ciego tenía una verdadera incapacidad visual -no sabemos si congénita o adquirida, como en otros casos de ciegos de nacimiento que sí están consignados en el Evangelio-; más allá de esto, lo cierto es que el hombre estaba verdaderamente privado de la vista y luego es curado milagrosamente por Jesús.

Ahora bien, este milagro corporal, real, por el cual el ciego recupera la vista, además del significado en sí mismo, esto es, que el no vidente recupera la visión, tiene también un significado espiritual: en el ciego estamos representados todos los seres humanos que, a causa del pecado original, somos como ciegos espirituales, en el sentido de que no podemos ver, espiritualmente hablando, la voluntad de Dios, expresada en los Mandamientos y tampoco podemos ver los misterios salvíficos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

En este sentido, la curación del ciego es símbolo de la gracia santificante de Cristo, que cura nuestra ceguera espiritual y nos ilumina, concediéndonos la facultad de contemplar la voluntad de Dios y de participar de los misterios de la salvación.

La gracia santificante nos concede entonces la vista espiritual, que nos hace ver la voluntad de Dios y los misterios de la salvación de Cristo, librándonos de la ceguera espiritual.

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