“Que
no separe el hombre lo que Dios ha unido” (Mc 10, 1-12). Los fariseos,
citando a Moisés, que permitía el divorcio, le preguntan a Él qué es lo que piensa
acerca de la separación o divorcio entre quienes se han unido en matrimonio. Jesús
no les responde directamente, sino que se remonta al origen de la creación de
la raza humana por parte de Dios, para hacerles ver que, por un lado, Dios los
creó “varón y mujer” -con lo cual da por sentado que no hay ningún otro modelo
o forma de unión marital posible-; por otro lado, les recuerda que esta unión
es indisoluble, ya al unirse en matrimonio, ambos “forman una sola carne”; por último,
les dice que si Moisés permitió el divorcio, eso era solo por la dureza de
corazón de los hombres, pero ahora, a partir, de Él, eso ya no será posible, es
decir, ya no será posible el divorcio. La razón de la unidad e indisolubilidad
del matrimonio es que, a partir de Jesús, el matrimonio será elevado a
sacramento, lo cual quiere decir que los contrayentes son unidos a Cristo y su
misterio salvífico por medio de la gracia y así se hacen partícipes del
misterio de la unión esponsal, mística, celestial y sobrenatural, que existe en
el Matrimonio Primordial, que es el de Cristo Esposo con la Iglesia Esposa. A partir
de Cristo, los esposos ya no se unen con el solo amor humano, sino que este
amor humano es hecho partícipe, por la gracia del sacramento del matrimonio,
del Amor Divino y así como el Amor Divino une inseparablemente, en el Amor, a
Cristo con la Iglesia, así los esposos cristianos, unidos sacramentalmente en
matrimonio, reciben también este Amor Divino que los une y los une de tal
manera, que solo la muerte los puede separar.
“Que
no separe el hombre lo que Dios ha unido”. Al unirse por el sacramento del
matrimonio, los esposos son hechos partícipes de la unión esponsal mística
entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa y es de esta unión –“admirable misterio”,
dice la Escritura-, de donde reciben todas las características de su
matrimonio, como la fecundidad, la fidelidad y sobre todo, la unidad y la
indisolubilidad. El gran problema de los esposos cristianos que se divorcian,
es que no han entendido que esta separación no es posible, porque están unidos
en el Amor de Cristo, que los hace ser, con la fuerza divina y no ya con la
fuerza humana, “una sola carne” y que por lo tanto están unidos por la fuerza
del Divino Amor, el Espíritu Santo. Esto es lo que quiere decir Jesús cuando
dice: “Que no separe el hombre lo que Dios ha unido”.
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