“Quien
deje todo por Mí recibirá cien veces más y la Vida eterna” (Mc 10,
28-31). Jesús revela que, para aquel que lo deje todo en esta vida -familia,
amigos, bienes- para seguirlo a Él, recibirá en recompensa “cien veces más” de
lo que dejó y además “la Vida eterna”. En otras palabras, Dios dará como
recompensa no sólo una cantidad cien veces superior a los bienes materiales que
se dejó aquí en la tierra, sino que además dará a quien lo siga algo que es
totalmente inimaginable, que es la Vida eterna. En esto podemos constatar la
siguiente enseñanza: Dios no se deja ganar en generosidad. Así lo dice Jesús,
así es en la realidad. Y si Dios es generoso, también lo es la Madre de Dios,
la Santísima Virgen María y así lo dicen los santos, como por ejemplo San Luis
María Grignon de Montfort: “Si tú le das a la Virgen una manzana, Ella te da un
toro”. Esto, para graficar la generosidad de la Virgen, que es una participación
a la generosidad de Dios. La enseñanza de este Evangelio, entonces, es que si
alguien es generoso con Dios, dando algo -o incluso su persona, en el caso de
los consagrados- en nombre de Cristo, Dios lo recompensa enormemente, incluso
con un bien tan inmenso, tan grande y tan hermoso, ni siquiera posible de imaginar,
como la Vida eterna.
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