“Es
del corazón del hombre de donde salen toda clase de cosas malas” (Mt 15,
19). Jesús corrige un grave error de los fariseos, quienes pensaban que bastaba
con la purificación legal de manos y de utensillos, para que el hombre quedara purificado.
Jesús
corrige este error, haciéndoles ver que el espíritu humano no se contamina con
cosas externas, sino que es del propio corazón del hombre de donde sale todo el
mal que el hombre hace.
Esto
se debe a que el pecado original provocó una herida interior en los más
profundo del ser del hombre, no sólo privándolo de la gracia, sino además inclinándolo
al mal. Es entonces a causa del pecado original que el hombre se inclina por el
mal y no por elementos externos.
De
esto se deduce que el hombre, para quedar purificado, necesita de la gracia
santificante que se dona por los sacramentos y no le sirve de nada, para quitar
el pecado, la higiene de las manos o de los utensillos, como sostenían los
fariseos.
Purifiquemos
nuestras almas en el Sacramento de la Confesión y seremos agradables ante la
Presencia de la Trinidad.
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