“Rogad al dueño de la mies
que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt 9, 32-38). La analogía es clara: la
mies es la Iglesia,
el dueño es Dios Padre, los trabajadores son los sacerdotes, que deben cosechar
los frutos para llevárselos al dueño, es decir, deben adoctrinar a las almas y
administrarles los sacramentos, para que salven sus almas y eviten la
condenación.
La oración pidiendo
trabajadores es necesaria, porque la cosecha es abundante, mientras que los
trabajadores, es decir, los sacerdotes, son pocos, aunque también se refiere a
laicos practicantes. La consecuencia directa de esta desproporción de relación
entre el trabajo a realizar y la cantidad de obreros, es nefasta para la viña y
sus frutos: sin suficientes trabajadores, los frutos se vuelven agrios y
terminan arruinándose y cayendo en tierra, para ser comidos por las aves del
cielo; además, sin trabajadores, la viña comienza a deteriorarse cada vez más,
y a ser invadida por toda clase de animales salvajes, que terminan por
destruirla.
También en este caso la
analogía es clara: sin sacerdotes, y sin laicos practicantes que cooperen con
los sacerdotes, no hay sacramentos, ni catequesis, ni formación doctrinal, ni
retiros espirituales, y así las almas se alejan del Dios verdadero, fuente de
Amor, de paz, de luz y de alegría, para internarse en las sombrías doctrinas de
sectas y de falsas religiones; sin sacerdotes, las almas son presas fáciles del
ocultismo, de la magia, del esoterismo, y también de la avaricia, del materialismo,
de la lujuria, del egoísmo y del hedonismo, tal como se ve en nuestros días.
Esta es la razón por la cual
Jesucristo pide la oración por los trabajadores para su viña, es decir,
sacerdotes y laicos, y esta la razón de la súplica de la Iglesia por las vocaciones
sacerdotales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario