“¿Cómo
puede este hombre darnos a comer su carne?” (Jn 6, 51-59). Cuando Jesús les dice que quien “no coma su carne y
no beba su sangre no tendrá la Vida eterna”, los judíos se escandalizan y se
preguntan entre sí: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?”. Lo que
sucede es que están pensando en términos humanos y materiales; interpretan las
palabras de Jesús según sus mentes humanas, y la mente humana es demasiado
limitada y estrecha en relación a la mente divina y es incapaz, de modo
absoluto, de trascender y penetrar los misterios divinos. Cuando Jesús les dice
a los judíos que Él es el Pan vivo bajado del cielo les está anticipando el
misterio de la Eucaristía y cuando les dice que quien no coma su Carne y beba
su Sangre, les está anticipando el misterio de la Santa Misa, misterio por el
cual literalmente el hombre come la Carne del Cordero de Dios y bebe su Sangre,
obteniendo de esta Carne y de esta Sangre, asadas en el Fuego del Espíritu
Santo, la Vida eterna, la Vida misma del Ser trinitario, la Vida misma de Dios
Uno y Trino.
Lo
que los judíos no pueden entender es que Jesús les dice que Él es el Pan Vivo
bajado del cielo, pero que debe ser aún cocido en el Fuego del Espíritu Santo;
lo que los judíos no pueden en absoluto trascender ni vislumbrar es que Jesús
les dice que deben comer su Carne y su Sangre, que son la Carne y la Sangre del
Cordero de Dios, pero no todavía, sino cuando su Carne y su Sangre sean asados
en el Fuego del Espíritu Santo, en el ardor de la Pasión; cuando su Carne y su
Sangre hayan pasado por la tribulación de la Pasión y la gloria divina que en
sí mismos contienen, se manifiesten y queden glorificados; lo que los judíos no
entienden es que deben comer la Carne y la Sangre del Cordero de Dios
glorificados en la Eucaristía, tal como aparecen, ocultos a los ojos del
cuerpo, pero visibles a los ojos de la fe, en la Santa Misa de la Iglesia Católica,
y es por eso que se escandalizan y se preguntan unos a otros: “¿Cómo puede este
hombre darnos a comer su carne?”.
Pero
no solo los judíos del tiempo de Jesús se escandalizan del misterio
eucarístico; muchos católicos de nuestros días, también se escandalizan y se
muestran incrédulos ante el misterio de la Eucaristía y se preguntan: “¿Cómo
puede ser que un simple pedazo de pan sean la Carne y la Sangre del Cordero de
Dios?”.
Los
que vivimos de la fe de la Santa Iglesia Católica, sabemos que la Eucaristía es
el Pan Vivo bajado del cielo, que contiene la Carne, la Sangre, el Alma, la
Divinidad y el Amor del Cordero de Dios, Cristo Jesús.
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