“Ustedes
estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo” (Jn 16, 16-20). En la Última Cena, Jesús les anuncia su despedida,
puesto que está a punto de cumplir su misterio pascual, su paso de este mundo
al Padre y al mismo tiempo les anticipa que esta partida suya les provocará
tristeza, porque será una partida en medio del dolor de la Pasión, por eso les
dice: “Dentro de poco no me verán (…) Yo me voy al Padre (…) Ustedes estarán
tristes”. La tristeza de los discípulos se deberá a su muerte, a su dolorosa
muerte en cruz y eso es lo que Jesús les anticipa, pero también les anticipa
que su tristeza “se convertirá en gozo”, porque luego de la tribulación de la
cruz y de la muerte, vendrá el gozo de la resurrección y la alegría por el
envío del Espíritu Santo.
Esto
es posible porque Jesús es el Hombre-Dios y en cuanto tal, “hace nuevas todas
las cosas” (cfr. Ap 21, 5) y una de
las cosas que hace nuevas es la cruz: si para los hombres la cruz es signo de
muerte, para Dios es signo de vida, de perdón divino, de amor y de paz y es
signo también de don del Espíritu Santo. Jesús, con su poder divino, cambia el
signo de muerte en signo de vida y de vida eterna pero ese cambio viene solo
para quien, con un corazón contrito y humillado, se arrodilla ante la cruz y
ante Jesús crucificado y se deja bañar por la Sangre que se derrama de sus
heridas abiertas, de su Costado traspasado y de su Cabeza coronada de espinas,
porque solo así, al contacto con la Sangre de Cristo, que brota de sus heridas
abiertas, recibe el alma al Espíritu Santo, que es vehiculizado por la Sangre
del Cordero. La Sangre de Cristo es Sangre y Fuego y Fuego de Amor divino,
porque contiene al Espíritu Santo, y esa es la razón por la cual el Sagrado
Corazón está envuelto en Llamas, porque la Sangre que contiene en su interior
contiene al Espíritu de Dios y el Espíritu de Dios es Fuego de Amor divino.
“Ustedes
estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”. Toda tribulación y
toda cruz provocan tristeza, pero cuando se la unen a la tribulación y a la
cruz de Cristo, se cambian en gozo, porque al contacto con la cruz, la Sangre
que empapa la cruz comunica el Espíritu de Jesús y el Espíritu Santo es un
Espíritu de Vida, de Amor y de Alegría divina, que da paz y alegría en medio de
la tribulación y de la prueba. Jesús, desde la cruz y desde la Eucaristía,
convierte la tristeza en gozo, soplando suavemente, sobre el alma que a Él se
confía, su Espíritu de Amor, de paz y de serena y divina Alegría.
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