“Yo
Soy el Pan de Vida” (Jn 6, 35-40). Jesús
se nombra a sí mismo como “pan” y como “pan” que “da vida”. El pan material, el
pan de mesa, compuesto de harina de trigo, también se puede decir que da vida,
en un sentido figurado, en cuanto que mantiene al cuerpo con vida, desde el
momento en que, por los nutrientes que le aporta, le impide morir de inanición.
El pan material da una vida, en sentido figurado, de orden material. Sin embargo,
Jesús no se compara con el pan material. Su comparación es con otro pan,
desconocido para el hombre, porque Jesús es y posee en sí mismo algo que no
posee ni puede poseer jamás el pan material: la substancia y el ser divino,
trinitario. Esto es lo que explica que Jesús diga que el que coma de este pan,
que es Él, “jamás tendrá hambre, y jamás tendrá sed”, porque Él es un pan
que sacia un apetito que no es el meramente corporal, porque el apetito
corporal finaliza con la vida corporal, es limitado como es limitada la vida
terrena. Jesús, en cuanto Pan de Vida, sacia un hambre y una sed que no son
corporales, sino espirituales, porque dice “jamás”, lo cual implica la noción
de infinitud, de inmortalidad, de eternidad, y eso un pan material no puede de
ninguna manera satisfacer. Jesús sí puede satisfacer el apetito, el hambre y la
sed de Dios que toda alma posee, porque Él es ese Dios que toda alma apetece desde
que nace; Él es ese Dios-Amor que toda alma desea amar con todas sus fuerzas
desde el momento mismo en el que es creada; Jesús es ese Dios por el que toda
alma suspira no desde el momento en que nace, sino desde el instante mismo en
que es creada, y desea unirse a Él toda su vida, y se goza si lo logra en la
visión beatífica, y se lamenta por la eternidad si lo pierde para siempre en la
condenación eterna.
“Yo
Soy el Pan de Vida”. Jesús es el Pan de Vida eterna, que alimenta al alma con
la substancia misma de Dios, substancia que es Vida, Amor, Paz, y Luz divinas, y
puesto que es Dios eterno, se dona sin reservas en la Eucaristía, para
que el alma, aun existiendo en esta vida mortal, comience ya a experimentar los
goces que le esperan en el Reino de los cielos si se mantiene fiel en la vida
de la gracia.
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