sábado, 17 de mayo de 2014

“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”


(Domingo V - TP - Ciclo A – 2014)
        (Domingo V - TP - Ciclo A – 2014)
         “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 12, 1-14). Jesús se presenta a sí mismo como el Camino, la Verdad y la Vida.
         “Yo Soy el Camino”. Jesús es el Camino que conduce al Padre; nadie va al Padre si no es por Él, y si alguien va al Padre, conducido por Jesús, es porque el Padre lo ha atraído primero con su Amor. Si alguien llama a Dios “Padre”, es porque Jesús se lo ha enseñado, pero si Jesús se lo ha enseñado, es porque el Padre lo ha querido, es porque el Padre ha amado a esa creatura con tanta intensidad, que ha decidido adoptarla como hija suya muy amada y para eso ha enviado a su Hijo Jesús a la tierra, para que le enseñe que Él no solo es su Creador, sino que quiere ser su Padre muy amado y que quiere darle su Espíritu de Amor desde la cruz y que como prueba de que es tanto el amor que le tiene, está dispuesto a sacrificar a su Hijo en la cruz para que su Hijo, desde la cruz, cuando su Corazón sea traspasado por la lanza, infunda el Espíritu Santo junto con el Agua y la Sangre y el Espíritu Santo, con el Agua y la Sangre, le comunique su Amor y lo convierta en hijo suyo adoptivo. En otras palabras, si alguien llama a Dios “Padre”, como hacemos los cristianos en el “Padrenuestro”, es porque Dios Padre nos ha elegido desde la eternidad, en Cristo Jesús, para que seamos hijos suyos adoptivos muy amados por la gracia del sacramento del bautismo, y esto es un don en el que continuamente debemos meditar, que debe acrecentar nuestro amor hacia Dios Padre. Jesús es el Camino que nos conduce al Padre porque además de concedernos la gracia de la filiación, además de hacernos ser hijos adoptivos de Dios, nos concede su mismo Amor por Dios Padre, que es el Amor del Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios como hijos y que nos hace exclamar “Abba”, es decir “Padre mío muy amado”, desde lo más profundo del corazón y así amamos a Dios Padre como Él lo ama desde la eternidad, no con nuestro propio amor, que es muy pobre y muy limitado, sino con el Amor mismo de Jesús. Por esto Jesús es el Camino que conduce al Padre, y nadie conoce y nadie ama al Padre, si Jesús no lo da a conocer y si Jesús no le infunde su Espíritu, el Espíritu Santo y se engaña todo aquel que pretenda conocer y amar a Dios sino es por Jesús, y a Jesús que está en la cruz y en la Eucaristía.        
“Yo Soy la Verdad”. Jesús es la Verdad que todo hombre debe conocer para obtener la eterna salvación, pero no con un conocimiento meramente intelectual, porque Jesús es la Verdad Encarnada, Jesús es la Verdad Divina hecha carne y por lo tanto Jesús es la Verdad Encarnada en el seno virgen de María, inmolada en el ara santa de la cruz, glorificada el Domingo de Resurrección y entregada como Pan de Vida eterna y como Carne del Cordero de Dios en la mesa del Banquete del Reino, la Santa Misa. Entonces, cuando Jesús dice que Él es la Verdad, no se trata de un mero conjunto de verdades abstractas que como miembros de la Iglesia debemos aprender de memoria y recitar mecánicamente para así obtener la salvación; Jesús es la Verdad Encarnada, hecha carne en el seno virgen de María, inmolada en la cruz, glorificada en el sepulcro el Día de la Resurrección y entregada cada vez por la Santa Madre Iglesia en el altar eucarístico como Pan Vivo bajado del cielo, como Maná verdadero que concede la vida eterna, para que todo aquel que coma de este Pan no muera, sino que tenga vida eterna. Es a esto a lo que Jesús se refiere cuando dice: “Yo Soy la Verdad”: Jesús es la Verdad Encarnada que debe ser aprendida en el Libro de la cruz y debe ser consumida en el Pan de la Eucaristía; así podrá el hombre adquirir la Sabiduría divina que lo iluminará interiormente acerca de su eterna salvación; solo Jesús, Verdad Eterna Encarnada, que se aprende leyendo en el Libro de la Cruz y se asimila consumiendo el Pan eucarístico, ilumina al alma con la luz de la gracia y del Amor divino necesarios para su eterna salvación. Cualquier otra “verdad” para la salvación del alma, que no sea Jesús en la Cruz y en la Eucaristía, es solo engaño del Maligno y conduce al Abismo.
         “Yo Soy la Vida”. Jesús es la Vida y la Vida eterna, la vida misma de Dios Uno y Trino, que es la eternidad en sí misma. Jesús es la Vida Increada porque Él es Dios Eterno, cuyo Ser trinitario es la fuente de toda vida creada. Jesús es la Vida, y de Él, Vida Increada y Fuente de Vida eterna, recibimos los hombres la vida natural pero también la vida sobrenatural, la vida de la gracia, la vida que recibimos a través de los sacramentos. Jesús es la Vida divina que se dona a sí mismo en los sacramentos, sobre todo y principalmente en el sacramento de la Eucaristía: allí se dona en su totalidad, sin reservas. Jesús en la Eucaristía hace lo que una madre, un esposo, un hijo, un hermano, no pueden hacer por aquellos que aman, aun deseándolo con toda el alma. Una madre que ama a su hijo, un esposo que ama a su esposa, pueden dar sus vidas por quienes aman, pero solo en un sentido figurado, no real, porque no pueden “traspasar”, literalmente hablando, la vida natural que tienen, a sus seres amados. En cambio Jesús sí lo puede hacer y de hecho lo hace, en la Eucaristía: al comulgar, Jesús nos comunica de su vida divina, celestial, sobrenatural, de modo que el alma vive no solo con su vida natural, sino con la vida divina, sobrenatural, la vida de la gracia, que le comunica Jesús en la comunión. Y esa vida que comunica Jesús, es una vida distinta a la vida humana, porque es la vida de Dios, y es la vida que vivieron los santos y es lo que explica que los santos hayan vivido una vida de santidad, una vida de virtudes heroicas, una vida de amor heroico, de amor a los enemigos, de amor esponsal hasta la cruz, de amor filial hasta la cruz; es lo que explica que los santos hayan practicado las obras de misericordia, corporales y espirituales, en un grado que supera infinitamente las fuerzas y las capacidades del ser humano, como por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta, Don Orione, Don Bosco, y miles de santos más; la vida de la gracia es lo que ha hecho que los santos vivan las mortificaciones diarias, cotidianas, de todos los días, como escalones que los han conducido a las cimas de la santidad. Ésa es la vida que nos da Jesús, la vida de la gracia, que es la vida divina participada y que en la otra vida, se nos dará en plenitud, en la visión beatífica. Jesús en la Eucaristía es la Vida Increada, que nos comunica de su vida divina y nos concede de esa vida, que es la santidad en sí misma, para que seamos santos, para que iniciemos, desde esta vida terrena, en el tiempo que nos queda de vida terrena, una vida de santidad, para vivir luego, en la eternidad, junto con los ángeles y los santos, adorando a Jesús, el Dios Tres veces Santo.
         “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Jesús en la Eucaristía es el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie va al Padre, nadie va al cielo, nadie puede alcanzar la santidad, sin la Eucaristía.

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