sábado, 10 de mayo de 2014

“Yo Soy la Puerta de las ovejas”


(Domingo IV - TP - Ciclo A – 2014)
         “Yo Soy la Puerta de las ovejas” (Jn 10, 1-10). Jesús utiliza una imagen, la del pastor con sus ovejas en un aprisco, en un refugio, para dar su enseñanza: una tapia o empalizada que protege a las ovejas cuando estas regresan de sus pastos para pasar la noche, la puerta abierta a los pastores, pero no a los ladrones que penetran en el aprisco por algún otro lugar, la escena de la mañana cuando el pastor viene de su casa para sacar a las ovejas para pastar, la llamada del pastor que reconocen sus propias ovejas, el hecho de conocerlas el pastor por su nombre, llamándolas a cada una por su nombre, la docilidad con que la grey le responde, al tiempo que está dispuesta a huir de un extraño[1].
         En esta imagen, cada elemento tiene un significado sobrenatural: el pastor, el buen pastor, que entra por la puerta y conoce a sus ovejas, es Cristo; las ovejas, son los bautizados; el corral o aprisco, donde las ovejas están seguras, es la Iglesia Católica; el exterior del corral y la noche, en donde merodean los lobos, representan los peligros para la salvación de las almas: las tentaciones del mundo y los ángeles caídos, los demonios; los ladrones, que no entran por la puerta, sino por otra parte, son los falsos mesías, los anticristos, los fundadores de sectas, o incluso sacerdotes católicos a los que les importa más de sí mismos que de las almas a ellos confiadas.
         La imagen central del aprisco o corral se aplica entonces a la Iglesia, único lugar seguro de salvación, porque así como las ovejas están seguras en el corral, protegidas por una puerta firme y por un buen pastor, resguardadas del peligro de la noche, en donde merodean los lobos y los asaltantes, así también las almas están seguras dentro de la Iglesia Católica, cuyo Buen Pastor es Cristo, quien es también su Puerta firme y segura.
Solo en la Iglesia Católica, fundada por el Hombre-Dios Jesucristo el Viernes Santo, encuentra el hombre la salvación, por eso es que el Catecismo de la Iglesia Católica[2] y el Concilio Vaticano II[3] enseñan que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. La Iglesia nació al ser traspasado el Sagrado Corazón de Jesús por la lanza del soldado romano, y al brotar de su Corazón la Sangre y el Agua, portadores de la gracia santificante que se transmite a través de los sacramentos; de estos sacramentos, el sacramento del bautismo es la puerta[4] por la cual los hombres entran en la Iglesia para recibir la salvación obtenida por Cristo en la cruz.
Con la imagen del corral y del aprisco en el que las ovejas entran y quedan seguras y al resguardo de los lobos y de los ladrones, Jesús nos quiere hacer ver que la Iglesia es necesaria para la salvación y que “no hay salvación fuera de la Iglesia”; quienes no pertenecen a la Iglesia, pueden salvarse, porque Dios, dice también el Concilio Vaticano II, puede llevar a la fe por caminos que sólo Él conoce, aunque esto no exime a la Iglesia de su tarea misionera: “Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, ‘sin la que es imposible agradarle’ (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia; corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar’ (AG 7)”[5]. Distinto es el caso de aquellos que, sabiendo que Jesús fundó la Iglesia Católica y sabiendo que es necesaria para la salvación, no quieren entrar o no quieren perseverar en ella, es decir, los que no quieren recibir el bautismo, o los que, habiéndolo recibido, lo rechazan, apostatando de la fe, tal como existe hoy en la actualidad, un movimiento de apóstatas que llaman a borrar los nombres de los libros del Bautismo[6]. Dicen así el Concilio Vaticano II: “No podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella”[7].
La otra imagen que utiliza Jesús es la de la puerta, y es para aplicársela a sí mismo: “Yo Soy la Puerta de las ovejas”. Una puerta abierta deja pasar, entrar, salir; permite circular libremente; una puerta cerrada, impide el paso, protege[8]. La puerta se identifica también, con la construcción a la que pertenece: ya sea con la ciudad -sobre todo en la antigüedad, las ciudades poseían puertas monumentales, fortificadas, que protegían de los enemigos o daban paso a los amigos- o, en el caso de la figura del aprisco o corral, se identifica con el corral: Jesús es la Puerta de las ovejas, es la puerta del corral: Él es, con su Corazón traspasado en la Cruz, la Puerta abierta al cielo; Él es la Puerta abierta por la que salen las ovejas al amanecer, para alimentarse con los pastos verdes y abundantes y beber el agua fresca y cristalina de la gracia santificante, los sacramentos de la Iglesia; Él es la Puerta cerrada que protege a las ovejas cuando ya ha oscurecido y todas las ovejas han entrado al redil, y no deja entrar al Lobo infernal, que quiere, con sus dientes y garras afiladas, despedazar las almas para siempre en los abismos del Infierno; Jesús es la Puerta cerrada, segura y firme, que protege a las ovejas de las acechanzas del Lobo infernal, y si alguna, por desventura, queda a merced del Lobo, es solo porque no ha querido, por voluntad propia, entrar y quedar segura, al resguardo del aprisco cerrado y protegido por la Puerta maciza que es Cristo Jesús. Jesús es la Puerta cerrada que protege a las ovejas también de los malos pastores, de los asaltantes, de los que quieren entrar en el aprisco por otro lado; son los falsos cristos, los falsos mesías de la Nueva Era, los anticristos, los que se disfrazan de pastores, pero solo para apuñalar a las ovejas, matarlas, y apoderarse de su lana y asar su carne.
“Yo Soy la Puerta de las ovejas”. Solo Jesús en la Cruz y en la Eucaristía es la Puerta por la cual alcanzamos la eterna salvación; no existe ninguna otra puerta por la que podamos entrar en la vida eterna, porque solo Jesús crucificado y Jesús en la Eucaristía nos conduce, por medio del Espíritu Santo, al seno de Dios Padre. Cualquier otro cristo, es un cristo falso, un Anticristo.




[1] Cfr. B. Orchard et al., Comentario al Nuevo Testamento, Tomo III, 732-733.
[2] Número 846.
[3] Lumen Gentium n. 14.
[4] Cfr. Catecismo, 846.
[5] Catecismo 848. Decreto Ad Gentes sobre la Actividad Misionera.
[6] El movimiento existe y se llama: “Apostasía Colectiva”; su página web es: apostasía.com.ar. Llama a los bautizados en la Iglesia Católica a “darse de baja de la Iglesia Católica”, entendiendo la apostasía como “un derecho” (sic), y el modo de hacerlo consistiría en remitir una carta modelo en la que se solicita a la parroquia que se borren los datos del bautismo de los libros parroquiales.
[7] Lumen Gentium n. 14. Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia: ‘Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna’ (LG 16; cf DS 3866-3872). Catecismo, 847.
[8] Cfr. X. León-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Editorial Herder, Barcelona 1993, 750-751.

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