martes, 10 de enero de 2017

“Jesús increpó (al espíritu impuro) diciéndole: “Cállate y sal de este hombre””


El Anticristo y el Demonio
(Signorelli)

“Jesús increpó (al espíritu impuro) diciéndole: “Cállate y sal de este hombre”” (Mc 1, 21b-28). Lo llamativo en este pasaje evangélico, entre otras cosas, es que se repite por tres veces la expresión “espíritu impuro” (la última es en plural). ¿A quién o a quiénes se refiere el evangelista cuando utiliza esta expresión? La respuesta se obtiene cuando se considera que la expresión es relativa a un Espíritu Puro Absoluto, que no puede ser otro que el Espíritu de Dios, o de Dios, que “es Espíritu” Puro, Purísimo. Profundizando ligeramente en esta noción, podremos entender mejor la expresión “espíritu impuro”. El Espíritu Puro de Dios significa que su Ser divino trinitario es Perfectísimo de toda perfección: en Él, en Dios Uno y Trino, se encuentran todas las perfecciones posibles, en grados ilimitados e infinitos, como Sabiduría, Bondad, Justicia, Misericordia, Humildad, Alegría, Paz, Fortaleza, Verdad, Amor, Simplicidad, etc. Dios es Espíritu y porque es Espíritu, posee en Él, en su Acto de Ser trinitario, como en su Fuente Increada, todas las perfecciones imaginables, y en un grado superlativo, y son estas perfecciones las que, por medio de la gracia de Jesucristo, obtenida por su sacrificio en cruz, las comunica a los hombres, haciéndolos partícipes de ellas al hacerlos partícipes de su Ser y de su Vida divina, y es esto lo que sucede con los santos, y también con los ángeles que a Él permanecieron fieles.
En contraposición, el “espíritu impuro”, es el que no solo no posee ninguna de estas perfecciones, sino que posee todas las imperfecciones opuestas a cada perfección, convirtiéndose el espíritu impuro en la fuente creada –porque se origina en la voluntad perversa del ángel caído- de toda imperfección, es decir, de todo error, de todo vicio, de toda maldad, de toda estulticia, la peor de todas, la de no querer amar, adorar y servir a Dios Uno y Trino. Y de manera análoga a como sucede con Dios, que comunica y hace partícipe al hombre –convirtiéndolo así en santo- de sus perfecciones, así el Demonio, el espíritu impuro por excelencia, seduce y tienta al hombre para hacerlo partícipe, por imitación, de su mayor impureza espiritual, es decir, de su rebelión contra Dios y, a partir de esta, lo hace partícipe de todo el resto de su inmundicia espiritual.

Para poder tener una idea de lo que es un espíritu impuro, los seres humanos podemos hacer una analogía con las cosas impuras –sucias- de este mundo, material y terreno, como por ejemplo, un vertedero de aguas servidas. En el plano espiritual, el espíritu impuro se manifiesta, ante todo, por la oposición a la Verdad, es decir, la Mentira, y es por eso que el Demonio es llamado por Jesús “Padre de la mentira”. Luego, en el hombre, se manifestará también en el cuerpo, por medio de la impureza corporal, pero para que esta se dé, es necesario que esté primero la impureza espiritual, la primera de todas, la mentira y el error. En este sentido, el Anticristo, en cuanto hombre poseído por el espíritu impuro por antonomasia, el Demonio, se caracteriza porque en él no hay Verdad alguna, sino sólo mentira, herejía y error.

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