El Anticristo y el Demonio
(Signorelli)
“Jesús
increpó (al espíritu impuro) diciéndole: “Cállate y sal de este hombre”” (Mc 1, 21b-28). Lo llamativo en este
pasaje evangélico, entre otras cosas, es que se repite por tres veces la
expresión “espíritu impuro” (la última es en plural). ¿A quién o a quiénes se
refiere el evangelista cuando utiliza esta expresión? La respuesta se obtiene
cuando se considera que la expresión es relativa a un Espíritu Puro Absoluto,
que no puede ser otro que el Espíritu de Dios, o de Dios, que “es Espíritu”
Puro, Purísimo. Profundizando ligeramente en esta noción, podremos entender
mejor la expresión “espíritu impuro”. El Espíritu Puro de Dios significa que su
Ser divino trinitario es Perfectísimo de toda perfección: en Él, en Dios Uno y
Trino, se encuentran todas las perfecciones posibles, en grados ilimitados e
infinitos, como Sabiduría, Bondad, Justicia, Misericordia, Humildad, Alegría,
Paz, Fortaleza, Verdad, Amor, Simplicidad, etc. Dios es Espíritu y porque es
Espíritu, posee en Él, en su Acto de Ser trinitario, como en su Fuente Increada,
todas las perfecciones imaginables, y en un grado superlativo, y son estas
perfecciones las que, por medio de la gracia de Jesucristo, obtenida por su
sacrificio en cruz, las comunica a los hombres, haciéndolos partícipes de ellas
al hacerlos partícipes de su Ser y de su Vida divina, y es esto lo que sucede
con los santos, y también con los ángeles que a Él permanecieron fieles.
En
contraposición, el “espíritu impuro”, es el que no solo no posee ninguna de estas
perfecciones, sino que posee todas las imperfecciones opuestas a cada
perfección, convirtiéndose el espíritu impuro en la fuente creada –porque se
origina en la voluntad perversa del ángel caído- de toda imperfección, es
decir, de todo error, de todo vicio, de toda maldad, de toda estulticia, la
peor de todas, la de no querer amar, adorar y servir a Dios Uno y Trino. Y de
manera análoga a como sucede con Dios, que comunica y hace partícipe al hombre –convirtiéndolo
así en santo- de sus perfecciones, así el Demonio, el espíritu impuro por
excelencia, seduce y tienta al hombre para hacerlo partícipe, por imitación, de
su mayor impureza espiritual, es decir, de su rebelión contra Dios y, a partir
de esta, lo hace partícipe de todo el resto de su inmundicia espiritual.
Para
poder tener una idea de lo que es un espíritu impuro, los seres humanos podemos
hacer una analogía con las cosas impuras –sucias- de este mundo, material y
terreno, como por ejemplo, un vertedero de aguas servidas. En el plano
espiritual, el espíritu impuro se manifiesta, ante todo, por la oposición a la
Verdad, es decir, la Mentira, y es por eso que el Demonio es llamado por Jesús “Padre
de la mentira”. Luego, en el hombre, se manifestará también en el cuerpo, por
medio de la impureza corporal, pero para que esta se dé, es necesario que esté
primero la impureza espiritual, la primera de todas, la mentira y el error. En
este sentido, el Anticristo, en cuanto hombre poseído por el espíritu impuro
por antonomasia, el Demonio, se caracteriza porque en él no hay Verdad alguna,
sino sólo mentira, herejía y error.
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