“El
pecado contra el Espíritu Santo jamás será perdonado” (cfr. Mc 3, 22-30). ¿Por qué razón el pecado contra el Espíritu Santo
jamás será perdonado? ¿Acaso Dios no perdona todos los pecados? La razón es que
quien profiere este pecado, desconoce a Dios en aquello que es la esencia de
Dios, y es su santidad, puesto que le atribuye a Dios, que es bondad infinita
en sí misma, lo que es propio del Adversario, el Demonio, esto es, la maldad. En
otras palabras, el pecado contra el Espíritu Santo es atribuir malicia a Dios,
y es esto lo que hacen los fariseos con respecto a Jesús, luego de ver sus
prodigios. El pecado no tiene perdón porque el pecador, en su necedad y
contumacia, persiste obcecadamente en calificar a Dios como “diabólico”, lo
cual es, además de un contrasentido, un pecado gravísimo, del cual sus autores
no quieren salir ni reconocer. En efecto, en el pasaje evangélico, los escribas
dicen de Jesús: “Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el
poder del Príncipe de los Demonios” y también “Está poseído por un espíritu
impuro”. Pero también podríamos decir que es un pecado contra el Espíritu Santo
lo opuesto: atribuir bondad y santidad a aquello que es intrínsecamente
diabólico y perverso, como las supersticiones –Gauchito Gil, San La Muerte,
Difunta Correa-; es decir, es también una grave ofensa a la santidad divina,
atribuir al Demonio y sus representantes, milagros, curaciones, sanaciones, que
sólo pueden ser hechas por Dios, tal y como lo hacen numerosos malos católicos
que, cayendo en la superstición, en la brujería, el satanismo y el ocultismo,
si reciben algún verdadero milagro, causado por la Misericordia Divina, en vez de
atribuirlo a Dios, lo atribuyen al Demonio y sus representantes. Semejante necedad,
junto al pecado de atribuir maldad a Dios Trino, “jamás será perdonada”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario