El Evangelio narra que José y María, con la Virgen ya pronta
a dar a luz, recorrieron las posadas de Belén en busca de refugio, calor,
reposo, pero no encontraron lugar en ellas: “no había sitio para ellos en el
mesón” (cfr. Lc 2, 7). Las posadas
ricas de Belén, bien iluminadas, calefaccionadas, llenas de gente
despreocupada, en donde resuenan las risotadas, en donde se baila y se festeja
mundanamente, en donde no hay lugar para Dios que está por nacer, representa a
los corazones de los hombres sin Dios y que no aman a Dios y que no quieren
recibir a Dios en sus vidas; las posadas ricas de Belén, que no tienen lugar
para recibir al Niño Dios que ha de nacer, representan a los hombres mundanos,
cuyos corazones están llenos de amores mundanos, profanos, y en cuyas vidas no
hay cabida para Dios, porque su lugar está reemplazado por ídolos: el dinero,
el placer, el goce desenfrenado de las pasiones, las alegrías ilícitas y
perversas. Como en las posadas ricas de Belén, en estos corazones no hay lugar
para Dios, que “es Amor” (cfr. 1 Jn
4, 20), porque sólo hay amor egoísta de sí mismo.
Por el contrario, el pobre Portal de Belén, un refugio de
animales –un buey y un asno-, oscuro, frío, indigno de ser habitado por el
hombre, con restos de deshechos fisiológicos de los animales, representa al
corazón del hombre pecador, el hombre que también está sin Dios, como el hombre
mundano, pero que a diferencia de este, desea ardientemente recibir a su Dios
que nace, ofreciéndole la pobre miseria de su corazón, considerándose indigno
de la Presencia de Dios en él, humillándose en su miseria y pobreza, pero no
obstante –o más bien, a causa de su miseria y pobreza-, abre sus puertas de par
en par a Dios, para que Dios Niño purifique su corazón con su gracia, lo
ilumine con su gloria, lo vivifique con su Vida divina.
¿Cómo saber si nuestro corazón es un corazón sin Dios y que
no desea recibir a Dios, como las ricas posadas de Belén o, por el contrario,
es un corazón de un pecador, y por eso sin Dios, pero que desea recibir a Dios,
a pesar de su miseria y pecado?
Si
dejamos entrar a María Virgen en nuestras almas, porque La que trae a Jesús, en
su seno virginal y purísimo, es la Madre de Dios. Si abrimos las puertas de
nuestros corazones a María Santísima, entonces nuestros pobres y míseros
corazones serán como el Portal de Belén, porque en ellos nacerá, por la gracia,
Aquel ante el cual los ángeles se postran en adoración día y noche, el Niño
Dios, Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario