“Así
como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será
para esta generación” (Lc 11, 29-32).
Jesús cita el caso de Jonás y los ninivitas: así como éstos se convirtieron
ante la prédica del profeta, quien era un signo enviado por Dios para que
hicieran penitencia y abandonaran el pecado, así también, el Hijo del hombre,
Jesús, es el único signo para la humanidad, enviado por Dios, para que se
arrepienta de su pecado y se convierta. Pero hay una diferencia, tal como lo
dice Jesús –“aquí hay alguien más que Jonás”-, y es que mientras Jonás era solo
un hombre, Jesús es Dios Hijo encarnado, es el Hombre-Dios y esa es la razón
por la cual no hay “otro signo” ni lo habrá, que no sea Jesús, que está en la
Cruz y está en la Eucaristía, en Persona. En otras palabras, Jesús crucificado
y Presente en Persona en la Eucaristía es el único signo para la humanidad,
hasta el fin de los tiempos. En vano buscan quienes buscan salvación en otras
religiones, porque no hay otro signo que el Hijo del hombre crucificado y el
Cordero de Dios en la Eucaristía; inútilmente buscan, muchos católicos, signos
de salvación en cualquier otra religión que no sea la religión Católica.
“Así
como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será
para esta generación”. Parafraseando a Jesús, podemos decir: “Así como Jonás fue
un signo para los ninivitas, así el Hijo del hombre, crucificado, y en la
Eucaristía, es el único signo para la humanidad entera. La humanidad no
encontrará la paz, hasta que, con un corazón contrito y humillado, no se postre
en adoración, ante la Cruz y la Eucaristía”.
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