“Si
no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6, 7-15). El fundamento del perdón
cristiano no se basa ni el paso del tiempo, ni en la bondad de la persona
ofendida que, precisamente por su bondad y buena voluntad, decide perdonar a
quien lo ofendió. El perdón cristiano tiene su origen en la Trinidad, porque es
Dios Padre quien, para perdonar a la humanidad, envía, por medio de su Amor, el
Espíritu Santo, a su Hijo Dios, Jesús, para que muriendo sobre la cruz, lave
los pecados de los hombres y les conceda la gracia de la filiación divina. En otras
palabras, el fundamento del perdón cristiano es el perdón divino de Dios Padre,
que llevado por su Amor, el Espíritu Santo, entrega a su Hijo en la cruz para
perdonarnos a todos y cada uno de los hombres. Debido a que se trata de un
perdón de origen celestial y divino, para que el cristiano pueda perdonar a su
prójimo como Dios quiere, debe ante todo, meditar él mismo, a los pies de la cruz
de Jesús, acerca del perdón recibido personalmente por él desde la cruz; luego,
con ese mismo perdón, perdonar a su vez
a su prójimo que lo ha ofendido. Sólo así imitará y participará del perdón del
Padre a los hombres, y sólo así se hará merecedor del perdón del Padre. Pero si
el cristiano se niega a perdonar con el mismo perdón con el cual el Padre lo
perdonó a él mismo desde la cruz, o si perdona por solo motivos humanos, no
recibirá el perdón divino que creía haber recibido, o bien le será quitado si
es que ya lo había recibido: “Si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los
perdonará a ustedes”.
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