“¿Quieres
curarte?” (Jn 5, 1-16). En el
episodio de la curación del paralítico de la piscina de Betsaida, hay
diferentes elementos para analizar y meditar: por un lado, el hecho de la
curación en sí misma, es una muestra tanto del poder omnipotente de Jesús con
el cual demuestra que es Dios –puesto que nadie que no sea Dios, puede hacer un
milagro de tal magnitud-, además de su bondad misericordiosa, ya que el único
motivo por el cual Jesús cura al paralítico es por su amor; por otro lado, la
existencia de la pileta de Betsaida, también una muestra del amor
misericordioso de Dios, que disponía esta forma de curación milagrosa en el
Antiguo Testamento; a su vez, la piscina de Betsaida, con sus aguas milagrosas
que curan al hombre enfermo cuando el Ángel agita las aguas, es una figura y un
anticipo de la gracia santificante, que cura y sana la enfermedad peor del
hombre, el pecado que anida en su corazón; el Ángel, es anticipo del Espíritu
Santo que, descendiendo sobre las aguas bautismales, concederá al sacramento el
poder de sanación espiritual que curará, por este sacramento, el pecado original.
Otro elemento que se destaca es la total ausencia de misericordia de los
hombres sin Dios, pues el paralítico sufre desde “hace treinta años” porque
nadie se compadece de él y nadie, viendo su impedimento, se acerca para
ayudarlo a bajar en el momento en que las aguas se agitan; pero no solo los
hombres que asisten a la piscina se muestran inmisericordiosos: mucho más grave
es la falta total de misericordia y compasión por parte de quienes se decían
ser religiosos, esto es, los fariseos, quienes lejos de alegrarse porque el
paralítico ha sido sanado y así su prójimo ha dejado de sufrir, lo hostigan
fijándose en un precepto humano, inventado por ellos, como el de llevar la
camilla en un día sábado: “Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla”;
además, en vez de alegrarse doblemente, porque Dios en Persona habita entre
ellos en Jesús de Nazareth, y porque ese Hombre-Dios despliega su omnipotencia
y su amor misericordioso, atacan a Jesús por el hecho de curar en sábado.
¿Quieres
curarte? También a nosotros nos hace la misma pregunta Jesús, desde la
Eucaristía, y nos brinda su Amor misericordioso, que cura todas las heridas del
alma, en esa Nueva Piscina de Siloé que es el Sacramento de la Reconciliación. Y
allí, al igual que al paralítico ya curado, nos advierte acerca del poder
destructivo del pecado: “Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario
te ocurrirán peores cosas todavía”.
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