viernes, 3 de marzo de 2017

Viernes después de Cenizas


(Ciclo A – 2107)

“Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán” (Mt 9, 14-15). Los discípulos de Juan se extrañan porque Jesús no hace que sus discípulos ayunen: “Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?”. La razón por la que no ayunan, dice Jesús, es porque Él, que es “el Esposo” –de la Iglesia Esposa- está todavía con ellos en cuerpo mortal, desde el momento en que todavía no ha sufrido la Pasión: “Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos?”. El “esposo” es Él, y así como los amigos del esposo están alegres cuando el esposo está con ellos, así sus discípulos, que están con Él, porque todavía no ha sufrido la Pasión y Muerte en Cruz, no tienen razón para ayunar. Sí ayunarán, en cambio, “cuando el esposo les sea quitado”, es decir, cuando Él suba a la cruz y entregue su vida en rescate por los hombres. Ahí comenzará el ayuno de los amigos del Esposo.

“Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán”. Los “amigos del Esposo” somos nosotros, los fieles bautizados en la Iglesia Católica, y aunque Jesús ha resucitado y está en la Eucaristía, glorioso y vivo, no estamos todavía con Él en el Reino de los cielos, y es por eso que, mientras dure nuestra vida terrena, debemos ayunar, siendo esta la razón del ayuno que nos enseña nuestra Santa Madre Iglesia. Sólo terminará este ayuno en el Reino de Dios si, por la misericordia de Dios, salvamos nuestras almas, perseverando hasta el fin en la Santa Fe Católica y en las obras de misericordia. Mientras tanto, además de ayunar de obras malas, los católicos nos mantenemos a pan y agua: el agua de la gracia santificante, brotada del Corazón traspasado del Señor el Viernes Santo, y el Pan de Vida eterna, su Cuerpo glorioso y resucitado en la Eucaristía.

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