(Ciclo
A – 2107)
“Llegará
el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán” (Mt 9, 14-15). Los discípulos de Juan se
extrañan porque Jesús no hace que sus discípulos ayunen: “Se acercaron a Jesús
los discípulos de Juan y le dijeron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como
lo hacemos nosotros y los fariseos?”. La razón por la que no ayunan, dice
Jesús, es porque Él, que es “el Esposo” –de la Iglesia Esposa- está todavía con
ellos en cuerpo mortal, desde el momento en que todavía no ha sufrido la
Pasión: “Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar
tristes mientras el esposo está con ellos?”. El “esposo” es Él, y así como los
amigos del esposo están alegres cuando el esposo está con ellos, así sus
discípulos, que están con Él, porque todavía no ha sufrido la Pasión y Muerte
en Cruz, no tienen razón para ayunar. Sí ayunarán, en cambio, “cuando el esposo
les sea quitado”, es decir, cuando Él suba a la cruz y entregue su vida en
rescate por los hombres. Ahí comenzará el ayuno de los amigos del Esposo.
“Llegará
el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán”. Los “amigos
del Esposo” somos nosotros, los fieles bautizados en la Iglesia Católica, y
aunque Jesús ha resucitado y está en la Eucaristía, glorioso y vivo, no estamos
todavía con Él en el Reino de los cielos, y es por eso que, mientras dure
nuestra vida terrena, debemos ayunar, siendo esta la razón del ayuno que nos
enseña nuestra Santa Madre Iglesia. Sólo terminará este ayuno en el Reino de Dios
si, por la misericordia de Dios, salvamos nuestras almas, perseverando hasta el
fin en la Santa Fe Católica y en las obras de misericordia. Mientras tanto,
además de ayunar de obras malas, los católicos nos mantenemos a pan y agua: el
agua de la gracia santificante, brotada del Corazón traspasado del Señor el
Viernes Santo, y el Pan de Vida eterna, su Cuerpo glorioso y resucitado en la
Eucaristía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario