(Ciclo
A – 2017)
El Primer Domingo después de Pascua, llamado “Domingo in
Albis”, se celebra la Fiesta de la Divina Misericordia, debido a un expreso
pedido de Jesús a Sor Faustina Kowalska[1]. En
efecto, el día 22 de Febrero de 1931, Jesús se le apareció a Sor Faustina y le dijo
así: “Yo quiero que esta imagen sea solemnemente bendecida el primer domingo
después de Pascua; ese domingo ha de ser la Fiesta de Mi Misericordia”. El Domingo
de la Divina Misericordia es un día en el que se derraman sobre las almas la
Sangre y el Agua del Corazón de Jesús traspasado en la Cruz, librando a los
pecadores de los castigos merecidos por sus culpas y sumergiéndolos en el
océano del Amor de Dios: “En aquel día están abiertas las entrañas de Mi
Misericordia. Derramaré un mar entero de gracias sobre las almas que se acercan
al manantial de Mi misericordia; el alma que se confiese [dentro de ocho días
antes o después] y comulgue [el mismo día] obtendrá la remisión total de culpas
y castigos” (…) En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través
de las cuales fluyen las gracias”. Para recibir ese “mar de gracias” -para obtener las indulgencias plenarias que se conceden en este día-, debemos
entonces confesarnos, ocho días antes o después, y comulgar en estado de
gracia.
¿Cuál es la razón de esta aparición de Jesús Misericordioso? ¿Para qué se aparece Jesús a Santa Faustina? ¿Cuál es el contenido esencial del mensaje de Jesús
Misericordioso? Podemos decir que es: salvar nuestras almas, mediante la
adoración y la unión a la Divina Misericordia, representada en su imagen como
Jesús Misericordioso: “Pinta una imagen de acuerdo a esta visión, con las
palabras ‘Jesús, en Vos confío’. Yo deseo que esta imagen sea venerada, primero
en tu capilla y luego en el mundo entero. Yo prometo que el alma que venere
esta imagen, no perecerá. También prometo la victoria sobre sus enemigos aquí en
la tierra, especialmente a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé con mi
propia Gloria”. Adorar la Divina Misericordia es unirnos a Él por la gracia del
Sacramento de la Confesión, representada en el Agua, y por la Eucaristía,
representada en la Sangre de la imagen: “Los dos rayos indican Agua y Sangre.
El rayo pálido significa el Agua que hace las almas justas. El rayo rojo
significa la Sangre que es la vida de las almas (…) Estos dos rayos salieron de
las profundidades de Mi tierna Misericordia, cuando Mi corazón agonizante fue
abierto por la lanza en la Cruz”. También adoramos la Divina Misericordia
uniéndonos a Él por la fe y el amor a las Tres de la tarde, la Hora de la
Misericordia: “Te recuerdo, hija mía, que tan pronto como suene el reloj a las
tres de la tarde, te sumerjas completamente en mi Misericordia, adorándola y
glorificándola; invoca su omnipotencia para todo el mundo, y particularmente
para los pobres pecadores; porque en ese momento la Misericordia se abrió
ampliamente para cada alma (…) A la hora de las tres implora Mi misericordia,
especialmente por los pecadores; y aunque sea por un brevísimo momento,
sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi desamparo en el momento de mi agonía.
Esta es la hora de gran misericordia para el mundo entero. En esta hora, no le
rehusare nada al alma que me lo pida por los méritos de Mi Pasión”. Otro elemento
del mensaje de Jesús Misericordioso es prepararnos para su Segunda Venida: “Prepararás
al mundo para mi Segunda Venida” (Diario 429), y también: “Hija Mía, habla al
mundo de Mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita
misericordia Mía. Es una señal de estos tiempos (N. del R.: la señal es la imagen
de Jesús Misericordioso), después de ella vendrá el Día de la Justicia. Todavía
queda tiempo, que recurran pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien
de la Sangre y del Agua que brotó para ellos” (Diario
848); “Habla
a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día de Mi
justicia” (Diario 965); “Antes
del Día de la justicia envío el día de la misericordia” (Diario 1588). También
la Virgen le dice lo mismo a Sor Faustina: “Tú debes hablar al mundo de Su gran
misericordia y preparar al mundo para Su segunda venida. Él vendrá, no como un
Salvador Misericordioso, sino como un Juez Justo. Oh qué terrible es ese día.
Establecido está ya el día de la justicia, el Día de la Ira divina. Los ángeles
tiemblan ante este día. Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras
sea aún el tiempo para conceder la misericordia” (Diario 635).
Entonces,
tenemos que prepararnos para la Segunda Venida de Jesús y el modo de prepararnos es obrando la Misericordia con los prójimos más necesitados, y en esto consiste el otro elemento de esta devoción. Esto es lo que Él
mismo afirmó en el Evangelio, que en el Día del Juicio Final, se salvarían
aquellos que hubieran obrado la misericordia: “Venid a Mí, benditos de mi Padre,
porque tuve hambre y me disteis de comer, beber, vestisteis, etc.”. Pero en el
mensaje a la humanidad, dado a Sor Faustina, Jesús también advierte que, quien
no quiera pasar por su Misericordia, deberá pasar por su Justicia Divina: “Quien
no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta
de Mi justicia” (Diario 1146). Esto es lo mismo que dice Jesús en el Evangelio:
“¡Apartaos de Mí, maldito, al fuego eterno! Porque tuve hambre, y no me disteis
de comer, sed y no me disteis de beber, etc.”. No es indistinto obrar o no la
misericordia, es decir, prepararnos o no para la Segunda Venida, porque el
destino eterno será muy distinto, según como haya sido nuestra preparación para
el encuentro con Él: el cielo, para quienes lo hayan imitado en su
Misericordia; el Infierno, para quienes no hayan tenido compasión para con sus
hermanos.
Además de estar revelado en el Evangelio y en la Tradición y
el Magisterio, Jesús –el mismo Jesús Misericordioso- llevó a Santa Faustina al
Infierno y le hizo ver los eternos tormentos, corporales y espirituales, que
les esperan a quienes no hayan querido tener compasión y misericordia para con
sus hermanos. Santa Faustina dice así: “Hoy, fui llevada por un ángel a los
abismos del infierno. ¡Es un lugar de gran tortura, cómo asombrosamente grande
y extenso! Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que
obedecerme por orden de Dios”. Los tipos de torturas que vió: la primer tortura
del infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el remordimiento perpetuo de
la conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; la cuarta
es el fuego que penetra el alma sin destruirla, un sufrimiento terrible, ya que
es un fuego completamente espiritual, encendido por la ira de Dios; la quinta
es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante, pero a pesar de la
oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros, su
propia alma y la de los demás; la sexta es la compañía constante de satanás; la
séptima es la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras viles,
maldiciones y blasfemias.
Hay
torturas especiales destinadas para las almas en particular. Estos son los
tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e
indescriptibles, relacionados con la manera en que ha pecado. Hay cavernas y
hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Me habría muerto
con la simple visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera
sostenido. Que el pecador sepa que va a ser torturado por toda la eternidad, en
esos sentidos que fueron usados para pecar”. Estoy escribiendo esto por orden de
Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay
infierno. O que nadie ha estado allí, y por lo tanto nadie puede decir que no
sabe (…) Lo que he escrito no es más que una pálida sombra de las cosas que vi.
Pero me di cuenta de una cosa: que la mayoría de las almas que hay no creían
que hubiera un infierno. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! En consecuencia, pido aún más fervientemente
por la conversión de los pecadores”. (Diario, 741).
La Fiesta de la Divina Misericordia consiste en prepararnos para su Segunda
Venida, adorando a Jesús Misericordioso, unirnos a Él por la fe, el amor y los
sacramentos de la confesión y la Eucaristía –es decir, viviendo en gracia, confesándonos
con frecuencia y comulgando en estado de gracia- y obrar la Misericordia: ése es
el mensaje central de las apariciones de Jesús Misericordioso a Santa Faustina.
Por último, si por la adoración a la Divina Misericordia debemos prepararnos
para la Segunda Venida, ¿cuándo será ésta? No lo sabemos ni lo podemos saber,
pero tampoco necesitamos saberlo, porque esa Segunda Venida puede ser esta
misma noche, para quien muera esta noche, o mañana, para quien muera mañana. No
importa saber cuándo será la Segunda Venida; lo que importa, es estar
preparados para el encuentro personal con Jesús Misericordioso, y lo único que
Jesús aceptará de nosotros, cuando lo veamos cara a cara, será un corazón
colmado de amor a Dios y al prójimo y lleno de su gracia santificante, y unas
manos colmadas de buenas obras. Esto es lo que Jesús quiere de cada alma, para poder
hacerla entrar en el Reino de los cielos: “Hija mía deseo que tu corazón sea
formado a semejanza de Mi Corazón Misericordioso. Debes ser impregnada completamente
de mi Misericordia” (167). La Fiesta de la Divina Misericordia debe servir,
entonces, no para una mera conmemoración devota, sino para que nuestro corazón
se convierta en lo que desea Jesús: un corazón impregnado de la Misericordia
Divina, un Corazón en el que esté estampada y marcada a fuego la imagen de
Jesús Misericordioso”.
[1] En el segundo Domingo de Pascua,
que este año se celebra el 23 de abril, se concede la indulgencia plenaria, con
las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y
oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que participe en actos
de piedad realizados en honor de la Misericordia divina.
“O al menos rece, en presencia del Santísimo
Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario,
el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús
misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en ti’)”, dice el
texto del decreto.
Asimismo se concede indulgencia parcial “al fiel
que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de
las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas”.
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