sábado, 22 de abril de 2017

Domingo in Albis o Fiesta de la Divina Misericordia



(Ciclo A – 2017)

         El Primer Domingo después de Pascua, llamado “Domingo in Albis”, se celebra la Fiesta de la Divina Misericordia, debido a un expreso pedido de Jesús a Sor Faustina Kowalska[1]. En efecto, el día 22 de Febrero de 1931, Jesús se le apareció a Sor Faustina y le dijo así: “Yo quiero que esta imagen sea solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua; ese domingo ha de ser la Fiesta de Mi Misericordia”. El Domingo de la Divina Misericordia es un día en el que se derraman sobre las almas la Sangre y el Agua del Corazón de Jesús traspasado en la Cruz, librando a los pecadores de los castigos merecidos por sus culpas y sumergiéndolos en el océano del Amor de Dios: “En aquel día están abiertas las entrañas de Mi Misericordia. Derramaré un mar entero de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia; el alma que se confiese [dentro de ocho días antes o después] y comulgue [el mismo día] obtendrá la remisión total de culpas y castigos” (…) En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias”. Para recibir ese “mar de gracias” -para obtener las indulgencias plenarias que se conceden en este día-, debemos entonces confesarnos, ocho días antes o después, y comulgar en estado de gracia.
         ¿Cuál es la razón de esta aparición de Jesús Misericordioso? ¿Para qué se aparece Jesús a Santa Faustina? ¿Cuál es el contenido esencial del mensaje de Jesús Misericordioso? Podemos decir que es: salvar nuestras almas, mediante la adoración y la unión a la Divina Misericordia, representada en su imagen como Jesús Misericordioso: “Pinta una imagen de acuerdo a esta visión, con las palabras ‘Jesús, en Vos confío’. Yo deseo que esta imagen sea venerada, primero en tu capilla y luego en el mundo entero. Yo prometo que el alma que venere esta imagen, no perecerá. También prometo la victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, especialmente a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé con mi propia Gloria”. Adorar la Divina Misericordia es unirnos a Él por la gracia del Sacramento de la Confesión, representada en el Agua, y por la Eucaristía, representada en la Sangre de la imagen: “Los dos rayos indican Agua y Sangre. El rayo pálido significa el Agua que hace las almas justas. El rayo rojo significa la Sangre que es la vida de las almas (…) Estos dos rayos salieron de las profundidades de Mi tierna Misericordia, cuando Mi corazón agonizante fue abierto por la lanza en la Cruz”. También adoramos la Divina Misericordia uniéndonos a Él por la fe y el amor a las Tres de la tarde, la Hora de la Misericordia: “Te recuerdo, hija mía, que tan pronto como suene el reloj a las tres de la tarde, te sumerjas completamente en mi Misericordia, adorándola y glorificándola; invoca su omnipotencia para todo el mundo, y particularmente para los pobres pecadores; porque en ese momento la Misericordia se abrió ampliamente para cada alma (…) A la hora de las tres implora Mi misericordia, especialmente por los pecadores; y aunque sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi desamparo en el momento de mi agonía. Esta es la hora de gran misericordia para el mundo entero. En esta hora, no le rehusare nada al alma que me lo pida por los méritos de Mi Pasión”. Otro elemento del mensaje de Jesús Misericordioso es prepararnos para su Segunda Venida: “Prepararás al mundo para mi Segunda Venida” (Diario 429), y también: “Hija Mía, habla al mundo de Mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía. Es una señal de estos tiempos (N. del R.: la señal es la imagen de Jesús Misericordioso), después de ella vendrá el Día de la Justicia. Todavía queda tiempo, que recurran pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos” (Diario 848); “Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día de Mi justicia” (Diario 965);Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia” (Diario 1588). También la Virgen le dice lo mismo a Sor Faustina: “Tú debes hablar al mundo de Su gran misericordia y preparar al mundo para Su segunda venida. Él vendrá, no como un Salvador Misericordioso, sino como un Juez Justo. Oh qué terrible es ese día. Establecido está ya el día de la justicia, el Día de la Ira divina. Los ángeles tiemblan ante este día. Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras sea aún el tiempo para conceder la misericordia” (Diario 635).
Entonces, tenemos que prepararnos para la Segunda Venida de Jesús y el modo de prepararnos es obrando la Misericordia con los prójimos más necesitados, y en esto consiste el otro elemento de esta devoción. Esto es lo que Él mismo afirmó en el Evangelio, que en el Día del Juicio Final, se salvarían aquellos que hubieran obrado la misericordia: “Venid a Mí, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, beber, vestisteis, etc.”. Pero en el mensaje a la humanidad, dado a Sor Faustina, Jesús también advierte que, quien no quiera pasar por su Misericordia, deberá pasar por su Justicia Divina: “Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia” (Diario 1146). Esto es lo mismo que dice Jesús en el Evangelio: “¡Apartaos de Mí, maldito, al fuego eterno! Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, sed y no me disteis de beber, etc.”. No es indistinto obrar o no la misericordia, es decir, prepararnos o no para la Segunda Venida, porque el destino eterno será muy distinto, según como haya sido nuestra preparación para el encuentro con Él: el cielo, para quienes lo hayan imitado en su Misericordia; el Infierno, para quienes no hayan tenido compasión para con sus hermanos.
         Además de estar revelado en el Evangelio y en la Tradición y el Magisterio, Jesús –el mismo Jesús Misericordioso- llevó a Santa Faustina al Infierno y le hizo ver los eternos tormentos, corporales y espirituales, que les esperan a quienes no hayan querido tener compasión y misericordia para con sus hermanos. Santa Faustina dice así: “Hoy, fui llevada por un ángel a los abismos del infierno. ¡Es un lugar de gran tortura, cómo asombrosamente grande y extenso! Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios”. Los tipos de torturas que vió: la primer tortura del infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el remordimiento perpetuo de la conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla, un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por la ira de Dios; la quinta es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante, pero a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros, su propia alma y la de los demás; la sexta es la compañía constante de satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Hay torturas especiales destinadas para las almas en particular. Estos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la manera en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Me habría muerto con la simple visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Que el pecador sepa que va a ser torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que fueron usados para pecar”. Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay infierno. O que nadie ha estado allí, y por lo tanto nadie puede decir que no sabe (…) Lo que he escrito no es más que una pálida sombra de las cosas que vi. Pero me di cuenta de una cosa: que la mayoría de las almas que hay no creían que hubiera un infierno. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí!  En consecuencia, pido aún más fervientemente por la conversión de los pecadores”. (Diario, 741).
La Fiesta de la Divina Misericordia consiste en prepararnos para su Segunda Venida, adorando a Jesús Misericordioso, unirnos a Él por la fe, el amor y los sacramentos de la confesión y la Eucaristía –es decir, viviendo en gracia, confesándonos con frecuencia y comulgando en estado de gracia- y obrar la Misericordia: ése es el mensaje central de las apariciones de Jesús Misericordioso a Santa Faustina. Por último, si por la adoración a la Divina Misericordia debemos prepararnos para la Segunda Venida, ¿cuándo será ésta? No lo sabemos ni lo podemos saber, pero tampoco necesitamos saberlo, porque esa Segunda Venida puede ser esta misma noche, para quien muera esta noche, o mañana, para quien muera mañana. No importa saber cuándo será la Segunda Venida; lo que importa, es estar preparados para el encuentro personal con Jesús Misericordioso, y lo único que Jesús aceptará de nosotros, cuando lo veamos cara a cara, será un corazón colmado de amor a Dios y al prójimo y lleno de su gracia santificante, y unas manos colmadas de buenas obras. Esto es lo que Jesús quiere de cada alma, para poder hacerla entrar en el Reino de los cielos: “Hija mía deseo que tu corazón sea formado a semejanza de Mi Corazón Misericordioso. Debes ser impregnada completamente de mi Misericordia” (167). La Fiesta de la Divina Misericordia debe servir, entonces, no para una mera conmemoración devota, sino para que nuestro corazón se convierta en lo que desea Jesús: un corazón impregnado de la Misericordia Divina, un Corazón en el que esté estampada y marcada a fuego la imagen de Jesús Misericordioso”.





[1] En el segundo Domingo de Pascua, que este año se celebra el 23 de abril, se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina.
“O al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en ti’)”, dice el texto del decreto.
Asimismo se concede indulgencia parcial “al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas”.

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