(Ciclo
A – 2017)
“En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en Judas Iscariote”
(Jn 13, 21-33.36-38). El Evangelio
describe, con suma precisión, y con muy pocas palabras, la clamorosa posesión
demoníaca de Judas Iscariote, ocurrida inmediatamente después que Jesús le
convidara parte del alimento que los discípulos compartían en la Última Cena. El
hecho de ingresar Satanás en Judas, al momento de recibir un bocado, constituye
la perfecta anti-comunión: en vez de comulgar con el Cuerpo de Cristo
sacramentado, tal como lo harán los Apóstoles luego de que Jesús instituya la
Eucaristía, pronunciando las palabras de la consagración sobre el pan y el
vino, y así unirse a la Víctima Inocente, Judas se une al Demonio en su rebelión
contra Dios y comulga con el Príncipe de las tinieblas; en vez de recibir la
Eucaristía, esto es, la Carne del Cordero de Dios, Cristo Jesús, Judas recibe “un
bocado”, es decir, un alimento puramente material, símbolo de su desesperado
intento de obtener vanamente la felicidad por medio de la satisfacción de las
pasiones sensibles; en vez de unir su alma por la Comunión Eucarística con
Jesús, el Cordero de Dios, y así alimentar su alma con la substancia divina y
el Amor divino que Jesús les comunicará desde la Eucaristía, tal como harán los
Apóstoles, Judas elige alimentar su cuerpo con un alimento perecedero, alimentar
su alma con el odio a Dios, compartido y participado con Satanás, y entregarse
todo él, con todo su ser, alma y cuerpo, al Demonio, constituyendo el ejemplo
perfecto de posesión perfecta –la que llega a la voluntad-, tal como la
describen los especialistas en demonología.
Lo
que sucede posteriormente es consecuencia de la posesión satánica de Judas
Iscariote: el Evangelio narra que, luego de recibido el bocado, Judas salió del
Cenáculo en donde acababa de estar con Jesús, y da un detalle: “afuera era de
noche”: “Después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche”. La noche
cosmológica, la que acontece con el ocultarse del sol, y sus tinieblas, son una
figura, en este caso, de la noche del espíritu sin Dios, el espíritu humano que
ha sido poseído perfectamente por Satanás y que se introduce, por propia
voluntad, en las tinieblas del Abismo infernal, aun antes de haber partido de
este mundo. También en esto la traición de Judas es una antítesis de la
Comunión Eucarística: por la misma, el alma participa, en germen, de la vida
divina de Dios Trino, aun en esta vida terrena, antes de haber atravesado el
umbral de la muerte; Judas, todavía vivo en la tierra, ha sumergido ya, por
libre elección, su alma, en las más profundas tinieblas del Infierno.
“En
cuanto recibió el bocado, Satanás entró en Judas Iscariote”. La eterna
condenación de Judas Iscariote se debió, no a un “castigo divino”, sino a su
libre elección: libremente, Judas Iscariote eligió escuchar el tintineo
metálico de las monedas de plata, que habría de obtener por traicionar al Amor
de Dios, en vez de elegir, como Juan Evangelista, escuchar el suave latido del
Sagrado Corazón de Jesús. Su terrible destino debe llevarnos a meditar en la
infinita grandeza del Amor de Dios contenido en la Eucaristía, y en las consecuencias
que tiene para el alma que libremente elige rechazarlo.
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