jueves, 15 de marzo de 2018

“Mi testimonio son las obras que hago por encargo de mi Padre”




“Mi testimonio son las obras que hago por encargo de mi Padre” (cfr. Jn 5, 31-47). Con esta revelación, Jesús contesta a quienes lo acusan de blasfema porque “se igual a Dios, llamándolo su Padre” (cfr. Jn 5, 18). De hecho, la principal acusación contra Jesús por parte del Sanedrín y el deseo principal de matarlo que tienen los judíos, es su auto-proclamación como Dios Hijo. Para contestar de modo indirecto estas falsas acusaciones –que son las que lo llevarán finalmente a la muerte- es que Jesús ofrece a quienes no creen en Él una prueba irrefutable de que lo que Él dice –que es Dios Hijo que proviene de Dios Padre- no solo no es una blasfemia, sino la única verdad y esa prueba son sus milagros: “Mi testimonio son las obras que hago por encargo de mi Padre”. Pero los judíos, enceguecidos por su dureza de corazón, no solo rechazarán la auto-revelación de Jesús como Segunda Persona de la Trinidad encarnada, sino que rechazarán también –voluntariamente y con toda malicia- los signos que da Jesús y que testimonian su divinidad, esto es sus milagros de todo tipo (curaciones milagrosas, expulsiones de demonios, resurrección temporal de muertos como Lázaro y tantos otros más).
“Mi testimonio son las obras que hago por encargo de mi Padre”. Poner en duda los milagros de Jesús, que sirven como testimonio de su auto-revelación como Dios Hijo igual al Padre y Dador del Espíritu Santo igual al Padre es, como mínimo, un pecado contra el Espíritu Santo. Pero los judíos no son los únicos en negar a la Verdad de Dios Trino revelada y manifestada en Jesús de Nazareth: afirmar, como lo hizo el Superior de los Jesuitas, Arturo Sosa Abascal, que no podemos estar seguros de lo que Jesús dijo “porque no habían registradores –grabadores- en esa época”[1], es colmar la paciencia de Dios, es atentar contra su Divina Sabiduría, encarnada en Jesucristo, es pecar contra el Espíritu Santo y, finalmente, cometer una grave temeridad, además de cancelar dos siglos de Magisterio infalible de la Esposa mística del Cordero, la Iglesia Católica.

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