“No
he venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento” (Mt 5, 17-19). ¿Qué significan estas palabras de Jesús? Significan
que la Ley de Dios, que había sido dada al Pueblo Elegido por medio de Moisés,
servía para indicar el pecado, pero no poseía la fuerza para quitar el pecado. Con
su Encarnación, el Hijo de Dios le proporciona al hombre la fuerza interior
necesaria, por medio de la gracia santificante, para poder cumplir la voluntad
de Dios, expresada en la Ley. Jesús no ha venido a traer otros mandamientos,
sino que ha venido para darnos la fuerza divina y la sabiduría divina necesarias
para poder cumplirlos y así preparar nuestro ingreso en el Cielo. Sin la gracia
santificante de Jesús, es imposible cumplir la Ley de Dios, porque es imposible
no caer en pecado mortal, según afirma Santo Tomás. De esto se sigue que las
prescripciones del Antiguo Testamento son completamente inútiles y carentes de
sentido, frente a lo único que da la fuerza de Dios al hombre y es la gracia
santificante. Solo con la gracia de Jesucristo, obtenida al precio altísimo de
su Sangre derramada en la cruz, puede el hombre cumplir cabalmente la Ley de
Dios; sin la gracia de Jesucristo, es imposible y por lo tanto, es imposible la
salvación del alma. Es imposible alcanzar la salvación del alma sin los canales
de la gracia, los sacramentos de la Iglesia Católica.
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